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Cuando en 2007 The Twilight Sad lanzó Fourteen Autums & Fifteen Winters, el mundo indie vibró con esas guitarras distorsionadas que salían de un sótano de Kilsyth. Las primeras reseñas se referían al cuarteto escocés como una banda shoegaze, género que –aunque nunca desapareció realmente, sino que, coherente con su mood huidizo, se quedó en las esquinas del underground mientras la indietrónica, el electropop y el chillwave llenaban el primer plano– empezaba a ser rescatado de los polvorientos anales noventeros.
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The Twilight Sad puso los riffs sobre la mesa. Con todo y sin miedo, no solo a los sentimientos, sino al sentimentalismo, e incluso al melodrama, empezaron a tocar en vivo en un pequeño bar de Glasgow con guitarras ricas en propagación distorsionada, abrumadoras y espesas, y loops de viejas películas guardadas en cassettes, echando por tierra los clichés con una experimentación más próxima a la NoWave que al shoegaze propiamente dicho.
Cuando estaban cursando el bachillerato, James Graham y Andrew Mac Farlane formaron un grupo para tocar covers con otros amigos, entre ellos Mark Devine, y cuando, a fines de 2003, Mac Farlane conoció a Craig Orzel en la parada del colectivo, lo invitó a unirse a una nueva banda de indie rock recién formada por ellos. Era The Twilight Sad, surgida así en la ciudad de Kilsyth, en el norte de Escocia, entre las colinas de Kilsyth y el río Kelvin, con una formación original integrada por James Graham en la voz (de fuerte acento escocés), Andy MacFarlane en la guitarra, Mark Devine (que dejó el grupo en 2018) en la batería y Craig Orzel (que dejó el grupo en 2010) en el bajo.
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De sonido profundo, oscuro, enigmático, a la medida de los silencios internos que sus canciones vuelven audibles y que vienen del mundo subconsciente con sus historias de vacíos, misterios, parricidios, niños enmascarados y padres espeluznantes, The Twilight Sad es una de esas bandas siempre al margen de la gran industria, seguidas por audiencias pequeñas y leales.
¿De dónde viene el nombre? Aunque nunca (que yo sepa) lo han dicho, tengo mi teoría.
Nacido en Shropshire en 1893 y muerto en la Primera Guerra Mundial (por humor negro, una semana antes de que terminara el combate) a los 25 años, el poeta-soldado Wilfred Owen, con su máscara de gas, ampara las tortuosas fantasías de esta banda de indie rock. El poema «But I was looking at the permanent stars» parece recrear oscuramente la atmosfera irreal de las trincheras:
Bugles sang, saddening the evening air,
And bugles answered, sorrowful to hear.
Voices of boys were by the river-side.
Sleep mothered them; and left the twilight sad…
(«Cantaron los clarines, ensombreciendo el aire vespertino, / y contestaron los clarines, dolorosos al oído. / Había voces de chicos en la ribera del río. / El sueño los abrazó, y dejó el ocaso entristecido…»).
«The twilight sad», la triste penumbra del anochecer, es el clima de las canciones de este grupo que lleva por nombre las palabras del verso que acabo de trascribir. Owen es, al parecer, un poeta grato a los músicos, pues también Benjamin Britten toma sus versos para el War Requiem Opus 60.
Al citado álbum debut, Fourteen Autumns & Fifteen Winters (2007), y a las canciones sobre rencores pacientes y venganzas desoladas con rugidos de guitarra del segundo, Forget The Night Ahead (2009), y a la cara más electrónica del tercero, No One Can Ever Know (2012) les siguió, en 2014, Nobody Wants To Be Here And Nobody Wants To Leave, que para algunos ya prefigura el «exorcismo» del quinto (It Won/t Be Like This All the Time, 2019) y que fue lanzado por el sello indie de Brighton Fat Cat Records en 2014.
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Fat Cat Records empezó como una tienda de discos en 1989 en Crawley, ciudad a la que Robert Smith se mudó con su familia en 1966, a los siete años de edad, y en la que, a los catorce, creó su primera banda: The Crawley Goat Band. El mismo Robert Smith que grabó una canción para el Lado B de ese cuarto disco de los escoceses que, a diez años de su lanzamiento, recordamos hoy.