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Poeta, periodista y traductora, llegó a España desde Argentina a edad muy temprana. Hasta ahora no puede ser encasillada dentro de la literatura argentina ni de la española. Sin embargo, en todos estos años de terquedad y oficio literario ha tejido puentes entre la literatura catalana y la literatura en castellano, ganándose un lugar merecido en el panorama literario internacional. Ha publicado libros de poesía como Ginebra en bruma rosa (Lumen, 1989), Aldebarán (Lumen, 2000) e Intimidad de la fiebre (El Toro de Barro, 2005), entre otros, y ha escrito también cuento y ensayo. Hablamos de una autora prolífica. Neus Aguado, una de las voces más interesantes que habitan la Barcelona actual, nos cedió amablemente parte de su tiempo para esta conversación en la que repasamos su vida, su obra, sus amistades, sus lecturas.
–Tu formación te ha llevado a países como Alemania y Bélgica.
–Sí, de joven.
–¿Cómo influyó este hecho en tu proceso de escritura?
–Resulta que ha sido relevante. En ese momento tenía amigos que me decían que por qué no escribía en catalán, si lo hablaba y lo leía. Un profesor del Instituto de Teatro de Colonia, en Alemania, me dijo que tenía que escribir en castellano. El castellano es una lengua mayoritaria, usted no puede hacer una reducción, lo que tiene que hacer es una ampliación. Y me alumbró para toda la vida, aunque aquí han continuado tratándome de una especie de catalana renegada. Todo por culpa del Neus, pero es que el Neus no me lo puse yo, me lo puso el jefe de redacción de El Correo Catalán. Me dijo: aquí todos firmamos en catalán, ¿le importa? A mí lo único que me importaba era trabajar. Por otra parte, yo he apoyado la cultura catalana y el idioma catalán durante el franquismo y el tardofranquismo. Y los sigo apoyando, lo que pasa es que yo creo que las cosas se han exagerado un poco en las últimas décadas.
–Ginebra en bruma rosa recrea el romance de la reina Ginebra con Lancelot. Y hay una mención a Tristán e Isolda. ¿Por qué decidiste abordar esta historia?
–Me habían interesado desde muy joven el mito de Tristán e Isolda y el de Lancelot y Ginebra, porque creo que para una persona joven tienen un punto de transgresión muy fuerte, lo prohibido.
–Amores trágicos…
–Sí, yo de adolescente tenía una idea muy trágica de la vida, sin ser Unamuno. En la carpeta del instituto llevaba una frase de la ópera que decía: «cómo pude resistir esto, cómo continúo resistiéndolo». Estaba en alemán. Ginebra es un personaje muy atractivo, y aunque Lancelot y Arturo también lo son, evidentemente, creo que Ginebra se alza como el arquetipo de una mujer libre. Yo le doy un poco la vuelta, eso sí.
–Naciste el 23 de agosto de 1955. Tu padre murió en julio de 1965. ¿Cómo fue la migración? En algunas entrevistas has dicho que los primeros años encontraste un ambiente más bien hostil.
–No es que el ambiente fuera hostil, es que yo lo encontraba hostil seguramente.
–Tenías 10 años.
–Cuando murió mi padre, me faltaba un mes y poco más para cumplir los 10, y cuando llegamos aquí ya los tenía. Todo fue muy rápido. Mi madre entró en una especie de ataque de pánico y quiso irse. Y malvendió todo. Fue todo un poco desastroso, pero no se le puede exigir a una persona en esas circunstancias. Mi padre murió con 50 años de un cáncer fulminante, no tan fulminante, pero los últimos meses habían sido espantosos para mi madre y para todos. Quiero decir que esa situación de estrés la llevó a tomar una decisión muy rápida porque ella tenía familia en Tarrasa. Y los primeros años nos instalamos en Tarrasa.
–Neus, voy a citar unas palabras tuyas: «La vida puede recomenzar —sin previo aviso— una mañana de lluvia detrás de los ventanales de un despacho. De la literatura se puede decir que es la recreación de ese día, de esa lluvia, de la mirada de quienes captan el declinar del sol debido a la tormenta. La literatura nos permite concebir un principio y un fin, sabiendo el argumento, en esto le gana a la vida: y es así como inventamos una aurora y sufrimos un eclipse, y advertimos que la gloria depende quizá de un termómetro, quizá de una mirada; o tal vez sea el poeta quien dependa de una mirada. La literatura/la vida: es posible que lo verdaderamente importante sea el intersticio que media entre una y otra». ¿Sigues creyendo en esas palabras?
–Sí, absolutamente. Fíjate que en otras no, pero en estas sí, y estas las dije hace mucho. Eso salió en un cuadernillo que editaban en Málaga.
–Cierto día en la escuela le comentaste a la hermana Consuelo que querías ser escritora. ¿En qué momento definiste tu vocación?
–Definir quiere decir, yo esto no lo dejo, aunque me parta un rayo en dos. Hacia los 18 lo elegí, pero ya había escrito.
–Quemaste una novela.
–Sí, también poemas escritos en la adolescencia.
–Te gustaba Pizarnik por ese tiempo.
–Yo tengo un cuento en Juego Cautivo, «Rehilete», que está dedicado a Alejandra Pizarnik.
–Has traducido a autoras como Montserrat Abelló, Maria-Mercè Marçal, Àngels Gregori.
–En el caso de Àngels Gregori, ella me pidió que la tradujera, y la editora también. Y lo hice con mucho gusto, la verdad es que el resultado ha sido muy positivo.
–¿Establece un diálogo la literatura catalana con las otras literaturas que habitan aquí en España?
–Sí, sobre todo con los gallegos y los vascos, con los castellanos también, pero un poco menos. Y creo que es un diálogo muy cordial. En Andalucía dije hace años, cuando me hicieron la misma pregunta, que estaba todo perfecto, que no pasaba nada, que si los políticos no se metían iría todo bien… Pero los políticos se han metido, y se ha deteriorado el trato entre escritores castellanos y catalanes. Estamos intentando restablecerlo, y creo que tendremos mucho éxito, tal como van las cosas, y todo volverá, espero, a ser tan cordial como antes.
–¿Dirías que las traducciones en las que has trabajado son un puente para acercar a los lectores?
–Por supuesto, hay una poesía de gran calidad, pero también ha sido la amistad. Yo las cosas que suelo hacer, las hago por amistad, básicamente. También si me interesan, claro, las dos cosas. Por curiosidad y por amistad. Y yo conocí mucho y bien a Montserrat Abelló y a Maria-Mercè Marçal. Ella murió muy joven. Con ella fundamos el Comité de Escritoras del PEN catalán. Existía el PEN, pero no este comité de mujeres escritoras, y a Monserrat Abelló, Maria-Mercè Marçal y yo misma se añadieron inmediatamente Mercè Ibarz, Luisa Juliach y Josefa Contijoch. Esto es parte ya del siglo XX. Yo, al poco tiempo de morir Marçal, me fui del comité, y Abelló y Marçal se quedaron hasta que murieron en refundaciones de comités, pero el original yo diría que empezó a diluirse con la muerte de Marçal, que para mí fue una pérdida enorme, pero no para mí sola, sino para la literatura en general. En cuanto amistad, para mí fue una gran pérdida. Me costó mucho tiempo traducirla. La quise traducir antes pero no podía, emocionalmente no podía.
–¿Cómo ves que el capital haya capturado la poesía? Vemos autores vendiendo 70.000 ejemplares.
–Yo siempre dije que, si se ponía el mismo dinero para promover la poesía que el que se pone para promover a la novela u otros géneros, la poesía subiría. Y es lo que han hecho, han apostado a caballo ganador y han puesto dinero. Y claro, se vende. Es evidente. Funciona porque es pura mercancía, pura cosa mercantil.
–¿Y eso como favorece y desfavorece a otros autores o autoras que no son parte de este circuito?
–Yo creo que el lector de este tipo de poesía no es el lector de la poesía, digamos, no sé cómo podríamos clasificarla... Creo que son lectores distintos: gente que jamás leería un poema se va a un festival de rap y se lo pasa fantástico. Y a mí me parece bien. Es que está pasando un fenómeno muy curioso, esto sí hay que reseñarlo. Y es que gente que no lee, sí va a oír poesía, no solo rap, va a recitales de poesía, pero no compra un solo libro, van a todos los recitales, les encantan los recitales, pero no leen. Y esto está pasando. Bienvenido sea si esta gente va a conocer la poesía oral, que desde su inicio ha sido así. Yo no lo critico especialmente, son públicos distintos y se está dando, al menos aquí, una explosión de poesía por todos lados. En estos días ha habido más de un acto de poesía en Barcelona. Estamos todos agotados de ir a leer. No sé si habrá sido la pandemia que nos tuvo a todos retenidos y hemos salido de golpe, pero yo creo que larga vida a la poesía. Y mira, tenemos el Premio Cervantes a Cristina Peri Rossi, que se lo acaban de dar. He hablado con ella esta mañana, en estos días no podía hablar porque tuvo un broncoespasmo, no pudo estar ni en su propio homenaje, que le hicieron hace unos días en Casa América. Yo le he contado un poco cómo fue, aunque ella lo pudo ver por streaming. La cuestión es que la poesía, tanto latinoamericana como la de acá, está otra vez como juntándose nuevamente, que no es fácil siempre ni en todas las épocas lo ha sido.
–¿En qué proyectos andas ahora? ¿Qué estás escribiendo?
–Me gustaría reunir todos mis cuentos, incluso los inéditos, y ahora voy a publicar dos libros de poesía que estoy, más o menos, corrigiendo.
–Y una última pregunta, ¿qué estás leyendo?
–La insumisa, precisamente de Cristrina Peri Rossi, Premio Donoso de Chile, que no pude leer en su día porque la sacó en el 2020, cuando estábamos todos encerrados, y me la compré el otro día en Casa América. Realmente es una delicia. La recomiendo mucho.
(Barcelona, 17 de noviembre de 2021.)