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Nacido el domingo 18 de abril de 1943, el sanlorenzano Perfecto Antonio Romero nos abrió las puertas de su casa para un breve diálogo, en Villa Amelia.
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Rodeado de sus seres queridos afronta el día a día como todos, en medio de rosas y espinas, de momentos alegres y tristes, con la fortaleza que lo caracteriza.
“Desde chico me gustaba el fútbol. Mi primer club fue el Sportivo San Lorenzo. Jugaba de 7 y de 8, por toda la parte derecha. Era volante ofensivo, aunque también defensivo si había necesidad”, comentó en medio de la ronda de tereré.
Laboralmente está plenamente identificado con el Olimpia. Fueron 10 años de servicio, probablemente sin la retribución económica que merecía, pero con la satisfacción de recibir el afecto de quienes dieron los primeros pasos con la pelota bajo su orientación. “Todo empezó en 1981, cuando fui a la Escuela de Educación Física. Empecé en Olimpia. El director Gerónimo Ramos Delgado fue quien me llevó. Estuve cinco años allí y luego subí a las Inferiores”, un peldaño más.
“Antes nadie le daba privilegio o interés a las formativas. Tuve una camada de chicos que jugaba una maravilla, porque a mí siempre me gustaba el toque, pero de primera. Aquí los ‘perros’ trasladan un metro y después sueltan la pelota. Conmigo no”.
Los destacados que brillaron a nivel profesional. “Llegaron Isidro Núñez, atrás de él (tiempo después) Celso Ayala, Luis Monzón, de 10 jugaba Gustavo Neffa, Jorge Campos por izquierda y centrodelantero Juan Ramón Jara, que luego terminó de lateral izquierdo. Neffa, por ejemplo, era un buen 5 también”. El cambio de puesto es natural, más aún en la fase de aprendizaje. “Otro que estuvo conmigo fue Denis Caniza. De esos que se caracterizan por su temperamento”.
Ojo clínico
El maestro Perfecto tenía un ojo clínico. “Llegaba un delantero, le veía una, dos prácticas y le mandaba de zaguero central. No es que porque jugaste 40 años vas a venir y decir que sos técnico de Primera. Por como corre el jugador sé qué puesto puede ocupar. Ricardo Tavarelli te puede decir eso”.
“Era recio trabajando, paternal afuera, esa es psicología. Siempre quería que mi equipo juegue bien. Richart Báez era mi ta’yraite, le llevaba a la práctica”, comenta.
“Ese primer grupo que tuve fue sensacional. Los nacidos en el 70 y 71 en adelante. Neffa, por ejemplo, no corría tanto, pero marcaba la diferencia. Sobre los 18 (área) era mortal con sus remates y en los tiros libres”.
Los ingresos de entonces
Los ingresos de entonces no eran nada comparados a los que vinieron luego. “Tres mil y cinco mil guaraníes era la mensualidad. Don Ramos juntaba y me pagaba. A muchos alumnos no les cobraba, porque eran humildes.
Celso vendía escoba, cepillo, con su papá (era fabricante). Pedía permiso para ir los sábados a la mañana a ayudarle. En conducta quizás este habrá sido el mejor grupo que tuve”.
“La gente creía que por trabajar en un grande de Paraguay, desde las inferiores te pagaban bien y no era así. Ni un guaraní te daban, ni las prácticas iban a mirar los dirigentes”.
¿Cómo se autocalifica? “Soy un tipo de bajo perfil, pero de mucho conocimiento, maña, salí campeón latinoamericano en Mar del Plata, donde nos íbamos en ómnibus. Era funcionario de la Facultad de Agronomía, un hombre sacrificado. Mi meta era sacar jugadores, que es la función, priorizar sobre los resultados”.
“El fútbol me dio muchas alegrías, amigos buenos. Por ahora algunos se creen demasiado, ya no respetan, se creen que saben más. Por eso estoy un poco alejado. No fallé con ningún dirigente”, indica.
Uno de los mayores motivos de orgullo del maestro es estar con la conciencia tranquila: “Jamás pedí coima a un papá, a nadie. Eso pasa con los padres que presionan, quieren que sus hijos jueguen. El grupo que me tocó fue buenísimo. No me quejo”.
Por la boletería
Lejos de ser valorado por todo lo que hizo en el Bosque de Para Uno, el profesor menciona que las veces que iba a ver los partidos de la Primera, debía pasar por boletería. “En Olimpia, que es como mi casa, tenía que pagar la entrada para ver el partido, sin que se reconozca nuestro trabajo.
Trabajaba en la UNA hasta las 14:00 y luego iba a entrenar. Salí de Olimpia porque se cambió el horario y no me pude adecuar. Cuando se dio el golpe de Estado, fui un mes más y salí. Dos noches no dormí, quería quedarme, porque me gustaba lo que hacía, me sentía orgulloso porque realmente saqué grandes jugadores”.
Una de las mejores anécdotas que guarda comparte con nosotros: “Nunca les permití a los jugadores santiguarse en la cancha, porque eso debe ser secreto, privado, personal ese diálogo con Dios, si el contrario al aire libre va a pedir lo mismo. La ronda, el rezo en el vestuario y listo.
Les digo ‘muchachos, ellos están pidiendo la misma cosa que ustedes piden’”.
Entre las gratas sorpresas vividas no puede olvidar esta: “La mejor institución en la que trabajé, Cerro Corá, con Guilherme Farinha, nuestro jefe principal; él, inclusive, cocinaba el asado de los lunes. El presidente Carlos Pérez Garay era impecable, introdujo una metodología moderna, europea. En la Caballería practicábamos. Me impresionaba la limpieza, la organización”.
Del ciclo progresivo con la pelota rescata: “Esto es como la primaria, secundaria, universidad, vas quemando etapas, salvo excepciones, que se dan en el deporte, por cuestiones innatas, que se van puliendo. Si fuese dirigente, les pagaría mejor a los profesores de las formativas que a los del profesional porque eso es lo que cuesta, formar. Nos consideraban de menos. Ahora recién se están dando cuenta, parece”.
No todos los sueños se cumplen. “Cuando iniciamos les digo en la charla, muchachos, no todos llegamos, soy uno de ellos, primero luego por el físico chiquitito que tenía, sabía que no iba a entrar. Muchos vendrán con la idea de llegar a Primera, hasta yo, pero hay que motivarles siempre, de acá salen obreros, doctores, les explico todito. Un exalumno no llegó, pero organizó un evento porque la experiencia le sirvió y terminó siendo abogado”.
Actualmente los entrenadores de proyección, a nivel superior, según su parecer. “El que pinta bien es el de Trinidense (José Gabriel Arrúa). Tranquilo, su equipo toca bien la pelota, porque ahí no hay estrellas. A este de Libertad (Ariel Galeano) no lo puedo todavía evaluar, primero porque es nuevo y segundo porque tiene la mesa servida, todas las herramientas”.
Entre los futbolistas destacados de su época recuerda a Arsenio Valdez, que era una maravilla; Hugo Talavera, Saturnino Arrúa, Roberto Cino. “En cada club había grandes figuras”, afirma.
Para el profesor, el hecho de hablar dos idiomas es importantísimo, facilita la comunicación con los chicos. “Me quieren mucho, porque les enseñé, eso quedó. Siempre les hablaba en el clásico jopara, para entrarles y ganar su confianza. El vicio conmigo no va, no fumo, no bebo. Cabello tan largo no me gusta, mediano nomás. En guaraní les bromeo, sobre la otra onda y demás. El secreto de ser bilingüe”.
El orientador actuaba en todos los campos, inclusive debió oficiar de mediador. “Tenés que ganarte la confianza del jugador. Uno que rendía alto entró en un bajón, lo mandé al costado para que mire y aprenda. ‘Sos el mejor, me hacés perder, puedo fracasar’, le dije. Después de mucho insistir, queriendo saber lo que le pasaba, me dijo: ‘Mi papá le pega a mamá', entonces, le dije que hay que tranquilizarse, seguramente tuvo algo de nerviosismo nomás’.
Después le abordo al señor, le digo que al hijo le duele el castigo, no es bueno tocarle a nadie, el chico necesita tranquilidad. Hay que saber hablarle a la gente”.
El camino al éxito lo atribuye al cuidado personal en donde está la clave. “No nos cuidamos; no aguantamos los 90 minutos. Antes tu mamá no te iba a decir andá a practicar para ganar plata, sino vaya a estudiar. Ahora se da al revés en algunos casos. Los chicos no quieren estudiar. Una base por lo menos deben tener para que no se les joda. La preparación intelectual le hace bien al deportista”.
ALUMNOS DESTACADOS, ELOGIOS Y GRATITUD
RICARDO TAVARELLI
“Él es nuestro padre futbolístico. Descubrió la categoría 70 del Olimpia, que tuvo grandes figuras. Fue un gran entrenador, que nos enseñó los primeros pasos, la disciplina, cómo debe llevar adelante un futbolista su sueño. Era un capo”.
DENIS CANIZA
“Le debo todo al profe. Fue el que me dio la oportunidad en la escuela de fútbol del Olimpia. En esa época no tenía la parte económica para poder pagar mi cuota y me dejó entrenar sin ningún problema. Veía en mí que tenía condiciones. Entonces eso se valora”.
GUSTAVO NEFFA
“Lo máximo como persona. Sin dudas, uno de los mejores formadores del fútbol paraguayo. Orientador silencioso que logró sacar grandes figuras en una época dorada de las formativas del Olimpia. Hoy en vida tenemos que agradecerle por haber hecho grandes personas y jugadores”.
LUIS MONZÓN
“Una gran persona. No solo nos enseñó a jugar al fútbol, también los valores de la vida. Nos inculcó todas las cosas que hoy en día llevamos muy en cuenta. Era un adelantado de la época. Hoy se habla de Guardiola y era un poco lo que nos enseñaba, de tener la pelota, saber direccionar. Un gran maestro; se merece un homenaje”.
CELSO AYALA
“El profesor es uno de los puntos más importantes de mi carrera futbolística. Siempre me ayudó, sentí su apoyo. Éramos una camada extraordinaria. Un padre para nosotros, nos hablaba, nos aconsejaba, nos enseñó nuestros primeros pasos. Le debo todo desde mis inicios al profe, siempre le voy a estar agradecido. Un grande sin lugar a dudas”.