Finalmente, esta semana se llevó adelante el proceso de pérdida de investidura que terminó luego de cuatro horas de debate, con la expulsión de la ahora “exsenadora” Norma Beatriz Aquino, vulgarmente conocida como Yamy Nal. La tránsfuga parlamentaria llegó al poder de la mano de Cruzada Nacional, pero saltó a las filas del cartismo ni bien pisaba el Congreso, presuntamente buscando aceptación y protección de sus pares, y en audios difundidos de una conversación con su colega también tránsfuga Javier Vera, alias Chaqueñito, se escucha hablar de venta de votos y de conciencia, si es que la tenían los protagonistas.
A dos años de saborear las efímeras mieles del poder mal entendido, la pintoresca senadora protagonizaba uno de los escándalos más bochornosos de este año, la filtración de dichos audios, cuya autenticidad fue confirmada por ella misma en su descargo ante el Congreso, en los cuales se jactaba con orgullo con su interlocutor de los más horrendos actos de corrupción, como la venta de votos, el tráfico de influencias, el uso del dinero y los bienes públicos para beneficio propio, y salpicando incluso a otros colegas como al propio titular del Congreso, Basilio “Bachi” Núñez, y los senadores Silvio Ovelar, alias Trato Apu’a, Lizarella Valiente y Juan Carlos “Nano” Galaverna, lo cual le costó que desde la bancada que otrora la había cobijado, en menos de 48 horas le haya bajado el pulgar para sacarla del Congreso por la puerta de atrás.
Tomando en cuenta otros hechos similares en los cuales la cloaca de la corrupción salpicaba con toda su pestilencia al desprestigiado Congreso paraguayo, y en los que no se tomó la decisión de expulsar a quienes “escupieron para arriba”, como la también senadora tránsfuga Zenaida Delgado, quien protagonizó varios escándalos como el desperfecto de un vehículo oficial del Congreso mientras era aparentemente utilizado por su pareja, Gustavo Vera –funcionario de la Cámara Alta– o la incorporación de su parentela en altos cargos en el Parlamento, o el caso del senador Hernán Rivas (ANR, cartista), acusado por la Fiscalía de obtener y utilizar un título de abogado falso, o incluso del propio Chaqueñito Vera, quien en los audios filtrados reconocía la venta de sus votos por US$ 20.000, queda en evidencia que la expulsión de Yamy Nal no se produjo por el “tráfico de influencias fehacientemente comprobado” sino, al parecer, porque en sus dichos, la misma había salpicado a otros colegas, y con ello demostraba que los “trapos sucios” podían salir al sol en cualquier momento.
Pero en el transcurrir del procedimiento de pérdida de investidura, transmitido por medios digitales a toda una población expectante, la enjuiciada profirió frases llamativas. Al asistir a la sesión tapando sus ojos con un lente de sol, expresó lo siguiente: “Mi poder tengo en mis gafas”, como si de un escudo impenetrable se tratara. Sin embargo, esa frase infantil y hasta jocosa es la realidad que mantiene al país en la inseguridad jurídica, en la impunidad, en la corrupción lacerante y en el túnel de la oscuridad. Es el tradicional “lente hû” para no ver lo que no conviene ver si es que afecta a los popes de turno.
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Se parece a las mismas gafas con las que mira el fiscal general del Estado, Emiliano Rolón, el caso del magnicidio del fiscal Marcelo Pecci, sin encontrar al autor moral de su asesinato para dar un mensaje de lucha real al narcotráfico. Son las gafas que utilizan los ministros de la Corte Suprema de Justicia para no ver la acción de inconstitucionalidad planteada por la exsenadora Kattya González contra su arbitraria expulsión del Congreso por ser una voz opositora al cartismo, despreciando con su actuar el concepto de “Estado de derecho”, base de la democracia.
Son las mismas gafas con las que los diputados cartistas rechazaron los pedidos de intervenciones a las municipalidades de Tomás Romero Pereira, Ñemby, Lima, Ybyrarobaná, Emboscada y Yby Yaú, demostrando con esto que cuando se trata de los amigos, cualquier maniobra de salvataje es válida. Son las mismas gafas con las que la bancada cartista decidió aplicar solamente una suspensión de 60 días sin goce de sueldo al senador Chaqueñito Vera, cuando lo que correspondía era que sea medido con la misma vara que Yamy Nal, evidenciando con ello que conservar mayorías es la consigna aunque eso implique conservar a los peores.
Son las mismas gafas con las que estos parlamentarios miraron para los costados en el caso de Hernán Rivas, Zenaida Delgado, Erico Galeano, pese a sobradas pruebas colectadas por la Fiscalía sobre presuntos casos de corrupción, uso indebido de influencias e incluso nexos con el narcotráfico. Son las mismas gafas con las que apagan el fuego de denuncias de conflictos de intereses en el Ejecutivo, con adjudicaciones aparentemente sobrefacturadas a empresas “amigas”, inversiones de fondos públicos en bancos de plaza donde el propio Presidente era accionista.
Estos son solo algunos ejemplos de los tantos casos que saltaron a la luz en tan solo dos años de gestión de un Gobierno que tiene puestas las gafas del poder, que le impiden ver como corresponde la realidad del país.
Por eso es muy importante que el pueblo no se ponga esas mismas gafas, primero para que pueda ver con claridad, y luego para no tolerar el avance de esta práctica hoy arraigada en los tres poderes del Estado y otras instituciones que deberían custodiar los intereses de la sociedad. Quitémonos las gafas, hasta que a ellos se les caiga el parche.