La inauguración de los Juegos Panamericanos Junior Asunción 2025 fue, sin dudas, uno de los eventos deportivos más esperados en Paraguay. Tuvo su sede en Asunción el pasado fin de semana con la presencia de más de 4.000 atletas, y el Defensores del Chaco repleto. Un ambiente espléndido con un público mayoritariamente joven, algarabía general, un espectáculo de alto nivel y un despliegue tecnológico impresionante gracias al trabajo de miles de compatriotas, cada uno en lo suyo para darle realce al evento, como lo sabemos hacer los paraguayos cuando el talento y el conocimiento se conjugan.
Sin embargo, como ya es costumbre de nuestras autoridades nacionales el burdo “arte” de empañar lo que brilla, el discurso de César “Tigre” Ramírez, titular de la Secretaría Nacional de Deportes, dio pie al chasco que no tardaría en hacer eco por las pantallas de millones de espectadores en todo el continente. Probablemente el exfutbolista no se imaginó el impacto negativo que tendría dar justamente el saludo de bienvenida a los políticos más impopulares del momento, o probablemente pensaba ganarse algunos puntos mencionando a altas autoridades, en un lugar donde no hay cabida para tales condescendencias.
Mencionó los nombres del presidente Santiago Peña, del vicepresidente Pedro Alliana, del titular del Congreso Basilio “Bachi” Núñez y del director paraguayo de Itaipú, Justo Zacarías Irún. Pero en vez de aplausos, desde las gradas llovieron estruendosos abucheos y silbidos.
Esta demostración del repudio, del hartazgo y el descontento ciudadano fue la vuelta a la realidad, sin escalas que necesitaba el presidente, para entender que no puede desprenderse, como cabeza de una nación, de las calamitosas actuaciones de sus correligionarios al mando del Congreso Nacional, binacionales y principales instituciones de la república.
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El discurso de desconexión entre las funciones del Ejecutivo y los demás estamentos del Gobierno, bajo la conveniente excusa de la “independencia de poderes”, no es, ni por asomo, la postura que se espera de un presidente, quien debe ser capaz de sentar posturas firmes ante la corrupción galopante, el derroche del dinero público, los nombramientos sin concurso, los escándalos de clientelismo y nepotismo, la falta de rendición de cuentas y los proyectos de ley con tinte autoritario. Lo que se espera de un real mandatario son posturas políticas firmes y no vacilantes. ¿O quién tiene realmente el bastón de mando?
La realidad cotidiana que vive la gente es totalmente diferente de la de quienes disfrutan de los beneficios derivados del poder, ya que sufre de sistemas de salud y educación deprimentes, de un transporte público escaso y desesperante, con ingresos golpeados por los aumentos repentinos de precios y con una gran mayoría que no recibe ni el mínimo, muy lejos de lo que ganan los “nepobabies”.
Y ahora nos viene este senador colorado Natalicio Chase, hoy cartista a ultranza y como tal con el fanatismo del converso a flor de piel, a decirnos que quienes abuchearon a las autoridades en el Defensores del Chaco fueron “colaboradores elegidos” y que “la ciudadanía no estaba invitada al acto... porque no era de libre acceso”. El senador no estaba enterado de que mucho antes de la inauguración los organizadores invitaban por los medios a la ciudadanía a adquirir sus entradas para la ocasión. Pero, a juzgar por lo señalado por Chase, al Ministerio Público le será fácil investigar quién acaparó las entradas para distribuirlas entre los alborotadores.
En verdad, en este caso concreto, ¿quiénes son los que verdaderamente deben recibir aplausos? Los atletas, que son el centro del evento, los compatriotas que brindaron su trabajo para que la noche sea inolvidable y fabulosa, dejando en alto a Paraguay; los miles de paraguayos que deben pelear día a día para sobrevivir en un país cada vez más desigual, con menos oportunidades para los “guapitos” y meritorios, con menos justicia para los de pies descalzos, con menos seguridad para quien no puede pagar sistemas de protección, y con menos dinero en el bolsillo cada mes, en parte porque debe pagar los lujos, viajes, sueldazos, aumentazos, seguros vips y contratos de la parentela de los nombrados por el Tigre Ramírez.
Los abucheos y silbidos recibidos por nuestros políticos deben ser tomados como una lección para todos. Para ellos, porque deben saber que, aunque el fuero, el dinero y el poder les brinden una coraza temporal, esos privilegios terminan en las calles, en las plazas, en los estadios y en todos los lugares públicos donde no se pueda comprar la dignidad. Y para el pueblo, que debe recordar que el verdadero soberano es cada paraguayo y paraguaya, y que las voces de repudio, unidas al sentimiento de descontento y desazón pueden forjar el cántico más sublime de esperanza.
La voz del pueblo es la voz de Dios, y esta protesta social que eclosionó el sábado pasado significa que Paraguay está despertando y está decidido a decir BASTA.