En muchos lugares del Chaco no se honra el legado de nuestros héroes

En este nuevo aniversario de la Paz del Chaco, vale recordar las palabras dirigidas a sus subordinados, tras la firma del protocolo, por el comandante en jefe del ejército en campaña, mariscal José Félix Estigarribia: “Con profunda emoción, os anuncio la cesación de la lucha. En tres años de guerra habéis demostrado ser dignos de vuestros mayores, realizando una obra que las generaciones del porvenir recordarán con orgullo. Quiera Dios que ellas se inspiren siempre en vuestro ejemplo”. Los beneméritos casi ya no están con nosotros, quedan muy pocos, pero los paraguayos de hoy seguimos obligados a hacer honor al legado de quienes combatieron y sufrieron para salvar al país de “la mutilación y la deshonra”. Lo salvaron con abnegación y valor, pero ocurre que el extenso territorio que defendieron está siendo azotado desde hace años por la corrupción y la ineptitud de sucesivos gobiernos, sobre todo en los departamentos de Presidente Hayes y Alto Paraguay.

En este nuevo aniversario de la Paz del Chaco, vale recordar las palabras dirigidas a sus subordinados –dos días después de la firma del protocolo– por el comandante en jefe del ejército en campaña, mariscal José Félix Estigarribia: “Con profunda emoción, os anuncio la cesación de la lucha. En tres años de guerra habéis demostrado ser dignos de vuestros mayores, realizando una obra que las generaciones del porvenir recordarán con orgullo. Quiera Dios que ellas se inspiren siempre en vuestro ejemplo”.

Los beneméritos casi ya no están con nosotros, quedan muy pocos, pero los paraguayos de hoy seguimos obligados a hacer honor al legado de quienes combatieron y sufrieron para salvar al país de “la mutilación y la deshonra”. Lo salvaron con abnegación y valor, pero ocurre –lamentablemente– que el extenso territorio que defendieron está siendo azotado desde hace años por la corrupción y la ineptitud de sucesivos gobiernos nacionales y locales, sobre todo en los departamentos de Presidente Hayes y Alto Paraguay.

Este diario viene insistiendo en que el Alto Paraguay está abandonado a su suerte, sobre todo en lo que atañe a la vialidad y a los servicios sanitarios. Ciertamente, tiene un tramo asfaltado de 163 kilómetros de la importante ruta bioceánica, que cruza el extremo sur del departamento, en el que reside el 25% de la población: la gran mayoría está expuesta a quedar aislada cuando llueve y a depender de que los ganaderos reparen los caminos estropeados, ante la ausencia de la Gobernación y del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones. Felizmente, el aeropuerto de Fuerte Olimpo ya está cementado, de modo que al menos algunos pacientes con suerte pueden viajar por vía aérea a Asunción o a otra ciudad para ser atendidos porque el Hospital Regional carece, entre otras cosas, de un anestesista.

Por lo demás, los habitantes del Chaco central –sobre todo los indígenas– carecen de una provisión constante de agua potable, debido a las reiteradas roturas de las cañerías del malhadado acueducto que conecta Puerto Casado con Loma Plata. Entre 2012 y 2022 se invirtieron en el proyecto nada menos que 991.000 millones de guaraníes, pero los efectos de las sequías siguen castigando con dureza a esa zona, sin que hasta hoy se conozcan los resultados de una “fiscalización especial inmediata” dispuesta en 2023 por la Contraloría General de la República. Este tipo de emprendimientos chapuceros, con fuerte tufo a corrupción, poco respeto le tienen a tantos héroes que ofrendaron sus vidas en esas tierras y a quienes hoy recordamos en el 90º aniversario del fin de la contienda.

También los pobladores del interior del departamento de Presidente Hayes sufren por falta de agua y de rutas transitables en todo tiempo, aunque estén menos alejados de Asunción que los demás chaqueños.

Se diría que, dejando de lado las colonias menonitas, y algunos establecimientos ganaderos exitosos, el Chaco no es objeto de unas políticas públicas eficientes que eleven la calidad de vida de sus habitantes. De hecho, nuestros gobernantes marginan al que fue escenario de un conflicto bélico al que, felizmente, siguió una pronta reconciliación con el país otrora contendiente: no hay rencores, como lo demostraron los convencionales constituyentes de 1992 al disponer que “los exprisioneros de guerra bolivianos, quienes desde la firma del Tratado de Paz hubiesen optado por integrarse definitivamente al país, quedan equiparados a los veteranos de la Guerra del Chaco, en los beneficios económicos y prestaciones asistenciales”.

Es de desear que la Región Occidental sea mucho mejor atendida, también en homenaje póstumo a aquellos nobles guerreros, cuyo conductor dijo en su último mensaje que “si un pueblo debe ser grande por la inteligencia, el valor y el sacrificio de sus hijos, el nuestro está llamado a los más altos destinos”. Se deben honrar esas palabras, dejando de tolerar a los incapaces, a los sinvergüenzas y a los indolentes que pululan a sus anchas en la función pública.

Hoy no tienen paz en el Chaco quienes sufren la angustia de carecer de agua, de atención médica, de alimentos e incluso de la posibilidad de desplazarse para obtenerlos. Es presumible que no se libró una guerra para que descendientes de aquellos soldados y oficiales sufran la angustia de vivir en ciertas zonas chaqueñas, noventa años después de acabada la contienda. A ver si también, en memoria de sus protagonistas, los que mandan se deciden a hacer algo bueno en el Chaco, no sin antes desprenderse de ciertos vicios extremadamente nocivos para el bien común.

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