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Las fotos que muestran alimentos en pésimo estado y a estudiantes de un colegio capitalino almorzando en el piso ilustran en buena medida las graves deficiencias del programa lanzado por el Gobierno bajo el impresionante rótulo de Hambre Cero. Ejecutado desde este año por el Ministerio de Desarrollo Social (MDS) en Asunción y en los departamentos Central y Presidente Hayes, así como por las respectivas Gobernaciones en los demás, es quizá el más ambicioso emprendimiento lanzado por el actual Gobierno, tanto que el presidente de la República, Santiago Peña, acaba de ufanarse de que “es una realidad que transformará la vida de los jóvenes y nuevas generaciones”.
Por de pronto, nada hace suponer que dicha transformación esté en marcha desde agosto del año pasado, cuando el proyecto empezó a ser implementado. Hasta 2027 insumirá unos mil millones de dólares aportados por Itaipú Binacional. Su gestión eficaz debe ser promovida por el Consejo Nacional de Alimentación Escolar (Conae), presidido por el MDS, hoy a cargo de Tadeo Rojas, e integrado también por la cuestionada entidad privada Organización Paraguaya de Cooperación Intermunicipal (Opaci). El citado ministro, entre cuyos antecedentes figura el caso de los miles de “adultos mayores” ya fallecidos que figuraron en la lista de pensión del MDS, afirma satisfecho que no llegan a quince las denuncias sobre alimentos no proveídos o entregados en condiciones deplorables, cuando que a estas alturas no se debería haber formulado ninguna. En realidad, tendría que avergonzarse como presidente del Conae, lo mismo que el jefe del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), Luis Ramírez, por no mantener actualizado el Registro Único del Estudiante. La omisión contribuyó para un insuficiente suministro alimentario.
También son reprochables los intendentes municipales que, como el asunceno Óscar “Nenecho” Rodríguez (ANR, cartista), no invierten los recursos del Fondo Nacional de Inversión y Desarrollo (Fonacide) previstos para la construcción y el mantenimiento de aulas y comedores. En otras palabras, son varias las instituciones responsables de que el año lectivo haya empezado en condiciones tan deplorables, también en lo que atañe al Hambre Cero, empezando con el MDS y terminando con las Municipalidades. Existen serios problemas de coordinación entre los niveles político-administrativos e incluso discrepancias en la interpretación de los contratos: Por ejemplo, el director del Colegio Nacional Presidente Franco, de Asunción, cree que la falta de mesas y de sillas en el comedor es imputable a la firma adjudicataria de la provisión de alimentos, mientras que el director de Comunicación del MDS lo niega porque en la capital no rige la modalidad “Cocinando en las escuelas”, de modo que la culpa recaería en una entidad pública. No se trata de un hecho menor, sino de uno que revela que las reglas del juego no son conocidas ni siquiera por los protagonistas de un programa estrella del que, por lo demás, fueron excluidos, sin razón aparente, centenares de alumnos de las escuelas especiales y de los centros de apoyo de la inclusión educativa.
La falta de información llegó al punto de que solo pocos días antes de que se inicien las clases, el MEC creyó oportuno preguntar a las directoras de las escuelas capitalinas si disponían de un comedor. En la práctica, el notorio desmanejo del Hambre Cero implica una estafa a la ciudadanía, una engañosa operación propagandística lanzada para exaltar a un Gobierno que confía en la ingenuidad de los gobernados para darse lustre. Es necesario, por tanto, que los padres de los alumnos estén siempre atentos para percatarse de las fallas del programa y reclamar que sean subsanadas cuanto antes. La dignidad y la salud de sus hijos exigen que no queden expuestos a la infamia de servirse los alimentos en el suelo, y podridos en algunos lugares.
En su discurso inaugural, Santiago Peña dijo que para mejorar la educación necesitaba “el involucramiento de las familias, de los estudiantes, de los docentes y de las autoridades locales”. Es de esperar, sobre todo, que la comunidad educativa se ponga en campaña para el efecto, dado que si el aparato estatal siguiera actuando como hasta hoy sería muy improbable que la penosa educación pública avance hacia la excelencia; ella debería ser la más interesada en una cuestión de capital importancia, que no debe dejarse en las exclusivas manos de ministros y funcionarios. Lo que se está revelando con el Hambre Cero es una manifestación más de la desidia y de la ineptitud que campean en la función pública y que se mantendrán en el sistema educativo si los afectados no levantan la voz para tratar de impedir que personajes desvergonzados como Tadeo Rojas sigan haciendo de las suyas.