Fiesta en inauguración de hospital, mientras gente muere por precariedades

Urgido quizá por la necesidad de recurrir a un acto propagandístico para demostrar una supuesta eficiencia gubernativa, Santiago Peña ya inauguró el pasado lunes el inconcluso Hospital General Coronel Oviedo. Por de pronto, como es lógico, solo funcionará a medias, pero el objetivo ya se habría logrado. La ocasión fue aprovechada por el jefe del Poder Ejecutivo para atribuir la feliz iniciativa al Gobierno de Horacio Cartes y el inicio de la ejecución a las gestiones del senador Silvio Ovelar (ANR, hoy cartista), incurriendo así en la mezquindad de ignorar a su antecesor en el Palacio de López, el expresidente Mario Abdo Benítez, bajo cuyo gobierno se adjudicó y comenzó la obra. Casi coincidentemente con el acto de inauguración, una ambulancia con un enfermo, que no pudo ser operado por falta de anestesista, quedó empantanada al costado de un camino del Alto Paraguay, y un niño de ocho años moría mientras buscaba un lugar para terapia intensiva en el Alto Paraná.

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Urgido quizá por la necesidad de recurrir a un acto propagandístico para demostrar una supuesta eficiencia gubernativa, Santiago Peña ya inauguró el pasado lunes el inconcluso Hospital General Coronel Oviedo. Por de pronto, como es lógico, solo funcionará a medias, pero el objetivo ya se habría logrado. La ocasión fue aprovechada por el jefe del Poder Ejecutivo para atribuir la feliz iniciativa al Gobierno de Horacio Cartes (2013-2018) y el inicio de la ejecución –en diciembre de 2021– a las gestiones del senador Silvio Ovelar (ANR, hoy cartista), incurriendo así en la mezquindad de ignorar a su antecesor en el Palacio de López, el expresidente Mario Abdo Benítez, bajo cuyo gobierno se adjudicó y comenzó la obra. El ninguneo hizo que el senador Mario Varela (ANR, exabdista y hoy afín al cartismo), quien rotundamente se negó a estar entre los dueños de la ceremonia, abandone el ridículo acto oficial, en el marco de una fuerte disputa dentro del cartismo caaguaceño, de cara a los próximos comicios municipales.

Casi coincidentemente, un día antes de que el Gobierno actual haya abierto solemnemente unas instalaciones públicas aún incompletas, una ambulancia quedó empantanada al costado de un camino del Alto Paraguay, cuando transportaba a Asunción a un paciente que no pudo ser operado de apendicitis en el hospital de Fuerte Olimpo porque este carecía de un anestesiólogo; de regreso a la capital departamental, el paciente tuvo que ser trasladado por vía aérea al Hospital Regional de Concepción. El mismo 24 de febrero, un niño de ocho años afectado por el dengue falleció porque ni el hospital distrital de Presidente Franco ni el regional de Ciudad del Este tenían una cama de terapia intensiva pediátrica. Se llegó al punto de que la Defensoría de la Niñez y la Adolescencia peticionó un amparo judicial para que el paciente sea atendido en un centro privado, pero el necesario reporte de “cama cero” del Servicio de Emergencias Médicas Extrahospitalarias, según el cual no había camas disponibles en todo el país, llegó recién a las 19:00 y el niño dejó de existir camino a un centro privado de Santa Rita, ciudad ubicada a 74 kilómetros de distancia. Se dice que el caso está siendo investigado por el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, a lo que debería sumarse el Ministerio Público si es realidad que, según se ha denunciado, hay una “mafia” que direcciona traslados de pacientes a un sanatorio privado. Pero lo cierto y lo concreto es que una vez más se evidenció la existencia de dos países en uno: Por un lado en el que todo es color de rosas, inauguraciones supuestamente “históricas” en las que se compite por quién aparece en primer plano en las fotos o quién logra sus nombres en las placas, y por el otro, numerosos compatriotas que carecen de lo mínimo para atender su salud y que fallecen por el camino en el intento de buscar auxilio en lejanos lugares.

Todo indica que aparentar les importa mucho más que erigir obras y prestar servicios públicos eficientes y de buena calidad, como ya lo demostró Santiago Peña cuando en 2024 inauguró en Asunción un desagüe pluvial también inconcluso, en compañía del impresentable intendente Óscar Rodríguez (ANR, cartista), imputado por lesión de confianza y asociación criminal. Es claro que gobernar para la galería no significa lo mismo que gobernar bien. Por lo demás, supone tomar por idiota a la ciudadanía, como si sus penosas experiencias no bastaran para abrirle los ojos. El 15 de agosto de 2023, el jefe de Estado exclamó: “¡Basta de largas filas de espera, agendamientos interminables, equipamiento que no se usa por falta de insumos, de mantenimiento o de personal!”. Dado que esas y otras lacras de la salud pública continúan porque la presunta corrupción, el derroche, la ineptitud y la negligencia siguen a la orden del día, es hora de decirle ¡basta de teatro!, como el de Coronel Oviedo, porque así probablemente vamos a estar peor. Santiago Peña hace mal en engañarse y en tratar de hacer lo mismo con la enorme mayoría de los gobernados, que conocen la realidad sanitaria en carne propia, a diferencia de él y de sus amigos, de los parlamentarios y altos funcionarios del Ejecutivo que tienen seguros vip y, en casos de gravedad, se atienden en el exterior.

El Presidente debería saber que escenificar un engañabobos lesiona la investidura presidencial y ofende al buen sentido de la opinión pública. Tendría que ocuparse, más bien, de exigir que los recursos humanos y materiales del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social sean bien gestionados para al menos paliar las gravísimas carencias de los hospitales y de los centros de salud, a las que se suman la falta de atención oportuna debido a la ausencia de un médico de guardia, como la que se registró hace un mes en el Hospital Distrital de General Aquino, con una consecuencia mortal. De poco o nada servirá inaugurar un hospital general como el de Coronel Oviedo, a un costo de 151.248 millones de guaraníes, si no estará bien equipado ni contará con suficientes medicamentos, aparte de tener un personal de blanco siempre dispuesto a atender a los pacientes.

La prematura inauguración ovetense –teñida de cartismo– forma parte de un estilo repudiable de “hacer política”, fundado en la mera apariencia. En verdad, lo que se busca es lograr un impacto propagandístico para distraer a la gente de los problemas de fondo, que son una cuestión de vida o muerte en materia de salud pública.

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