Cargando...
El 23 de agosto, el presidente Santiago Peña anunció a los pilarenses que “van a ver a un ñeembuqueño sentado en el Palacio de López en el año 2028″, en evidente alusión al vicepresidente Pedro Alliana. El 24 de octubre, el director general de Itaipú Binacional, Justo Zacarías, expresó en presencia de Santiago Peña y del expresidente de la República y titular de la ANR, Horacio Cartes, que “hay algo que ya no se puede ocultar y que probablemente será la mayor misión” del titular de la ANR: “hacer que el próximo presidente de la República del Paraguay sea el querido amigo Pedro Alliana”, a lo que el actual jefe de Estado agregó que nada le gustaría más que ser sucedido por su “compañero”.
Con toda evidencia, ya está en marcha la campaña electoral del oficialismo, de cara a los comicios generales que tendrán lugar recién dentro de tres años y siete meses, siendo presumible que recrudezca el internismo feroz y que se caiga desde ya en la tentación de usar los recursos humanos y materiales de las entidades públicas para influir en las elecciones internas previas. En efecto, la experiencia indica que el aparato gubernativo se volcará a promover la precandidatura del vicepresidente de la República, tal como lo hizo en 2017 en pro de Santiago Peña, bajo la égida de Horacio Cartes, según denunció reiteradas veces el vencedor de aquellas elecciones internas, Mario Abdo Benítez.
También dentro de la oposición se están incubando candidaturas que la distraerán de los grandes temas nacionales para ocuparse de los vicios y las virtudes de los interesados en llegar al Poder Ejecutivo o al Legislativo. Por de pronto, el líder del Partido Cruzada Nacional, Paraguayo Cubas, ya invitó al liberal Efraín Alegre a acompañarlo como candidato a la vicepresidencia de la República, lo que puede desatar en breve una entretenida controversia interna, por así llamarla. Si Carlos Marx habló alguna vez de “la revolución permanente”, en el Paraguay de hoy existe un “electoralismo permanente”, exento de contenidos, pero no de fuertes ambiciones personales. Aparte de consumir energías, induce a recurrir a patrocinios nada altruistas, sin respetar la Ley N° 4743/13, que regula el financiamiento político, y a caer en la tentación de devolver desde el cargo conquistado los favores recibidos o de recuperar lo gastado malversando o recibiendo sobornos. Por lo demás, es una lástima que importen poco las normas del Código Electoral que limitan la duración de la propaganda, por la simple razón de que las sanciones previstas no se aplican.
Las campañas electorales prematuras son nocivas en más de un sentido. Ganar unos comicios es casi un fin en sí mismo: ya se verá qué hacer después, ejerciendo un cargo remunerado por los contribuyentes y gozando de fueros, en ciertos casos. De entrada, los grandes beneficiados son los “operadores políticos” profesionales, es decir, los intermediarios en la compraventa de votos, que ya estarán siendo apalabrados para las elecciones internas de 2027. Las de los partidos tradicionales no serán menos duras que las generales porque, como es sabido, el encono intrapartidario es mayor que el extrapartidario: el primer adversario en la conquista de un cargo electivo es un correligionario que debe ser derrotado, a como dé lugar; la inquina se prolongará durante el nuevo periodo gubernativo, sin perjuicio de que haya trasvasamientos de un bando o de un partido a otro, por influjo de nuevas convicciones alentadas por el dinero.
La “clase política” es incansable a la hora de protagonizar espectáculos que poco tienen que ver con las políticas públicas, sino más bien con ambiciones bastardas que ignoran el calendario establecido por la Justicia Electoral. Aunque Pedro Alliana no tenga mucho que hacer en la vicepresidencia de la República, debería abstenerse de emplear los recursos de ese órgano para promover su candidatura, más aún atendiendo que faltan tres años para que los afiliados de la ANR resuelvan postularlo o no para 2028: haría bien en tener un poco de paciencia, aunque Horacio Cartes y Santiago Peña estén muy apurados. Nunca antes se vio tanto afán de asegurar el poder. Por algo será.