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Ante el calamitoso estado de Asunción, al jefe de Gabinete de la Municipalidad, Nelson Mora, no se le ocurrió nada mejor que echar la culpa a sus pobladores ante una omisión específica: “Lastimosamente, no tenemos ayuda de la ciudadanía; le pedimos que nos apoye en entender que hay días para sacar la basura”. De sus insolentes palabras se desprende que el único drama que sufren los vecinos consiste en que los residuos sólidos no son recogidos porque ellos son incapaces de tener una idea clara de las cosas, como sí la tendrían las autoridades municipales, aunque no movilicen los camiones recolectores, pero cobren la tasa respectiva sin que el servicio sea prestado.
Por su parte, las víctimas del desgobierno les solicitan que ellas comprendan que las vías públicas y los semáforos deben ser reparados, que las plazas deben ser cuidadas y que los sitios públicos deben ser desocupados, entre otras varias obligaciones cuyo incumplimiento afecta gravemente la calidad de vida. También les instan a entender que el hecho de que la capital del país sea inhóspita, al parecer, deriva más bien de la malversación, del prebendarismo, del derroche y de la ineptitud flagrantes, que distinguen a una administración municipal vergonzosa, cuyo jefe Óscar “Nenecho” Rodríguez (ANR, cartista), tiene una causa penal abierta por el presunto delito de lesión de confianza, tras un rotundo informe de la Contraloría General de la República sobre el destino de unos 500.000 millones de guaraníes.
El notable descaro de su más estrecho colaborador supone transferir a la ciudadanía la responsabilidad por las acciones y omisiones del intendente, confabulado con la mayoría de los ediles. En realidad, el uno y los otros se quedaron cortos al declarar a Asunción, por decimoséptima vez, en “estado de emergencia ambiental” durante noventa días, porque dicha situación es constante y va más allá del medioambiente. Desde 2020, dicha medida les ha permitido gastar unos 60.000 millones de guaraníes en bienes y servicios, eludiendo los procesos normales de contratación, lo que obviamente se presta a corruptelas. Valga como ejemplo que la Dirección Nacional de Contrataciones Públicas objetó que la Municipalidad haya contratado en 2023 directamente, eludiendo una licitación, la compra de colchones y frazadas por un valor de 388 millones de guaraníes, pese a que ya en 2022 sabía que era necesaria, es decir, no existía la urgencia alegada.
Así las cosas, son los asuncenos quienes necesitan ayuda, hoy más que nunca, de la CGR, del Ministerio Público, de la Cámara de Diputados y del Poder Ejecutivo, para poner fin al desastre urbano y financiero, mediante la fiscalización de las cuentas municipales, la pesquisa de eventuales delitos y la intervención según el art. 165 de la ley suprema. La Intendencia y la Junta Municipal se han complotado contra la razón y la decencia, en provecho propio y en perjuicio de la ciudadanía, pero ahora ocurre que Nelson Mora se permite quejarse de ella, como si él y Óscar Rodríguez tuvieran alguna autoridad moral para ello. La desvergüenza, bien ilustrada por el tremendo escándalo de los bonos, llega al punto de tratar implícitamente de idiotas a quienes les pagan el sueldo y deben soportar una infraestructura maltrecha y unos servicios deplorables, como resultado de una administración presuntamente corrupta, sobrepoblada e incapaz, de larga data. Un verdadero lastre que contribuyó a que la población asuncena haya disminuido de 525.000 a 520.000 habitantes, entre 2016 y 2022.
Si la evasión tributaria llega al 50%, según la senadora Lizarella Valiente (ANR, cartista), esposa del intendente, es quizá porque muchos pobladores no ven razones para estar al día con los tributos si la contraprestación municipal es desastrosa. El aparente círculo vicioso –faltan obras y servicios porque no se tributa lo bastante y esto ocurre porque no vale la pena pagar a cambio de casi nada– se rompería comprendiendo que el problema radica menos en la falta de dinero que en el saqueo, el malgasto y la ineficacia.
Urge depurar la Municipalidad para que deje de parecerse a la cueva de Alí Babá, a vista y paciencia de los órganos estatales de control e incluso de los propios vecinos. Si estos tienen la culpa de algo es quizá de una pasividad que está siendo superada de a poco debido a los excesos del lamentable intendente Nenecho y sus adláteres.