Vivencias desgarradoras de enfermos de cáncer parecen no conmover a autoridades

El terrible drama que vienen pasando los enfermos de cáncer en nuestro país conmueve hasta a los más indiferentes. El abandono en la atención y provisión de medicamentos que relatan los afectados es para cuestionar seriamente a las autoridades, de este Gobierno y los anteriores, pues se tiene la sensación de que estos seres humanos sufrientes son considerados ya descartables, mientras se despilfarran recursos para poner contenta a la clientela de los que mandan, como ocurre, por ejemplo, con los afortunados “nepobabies”. Y, lo peor, en el caso de los enfermos oncológicos, como lo han denunciado en estos días esas víctimas del abandono, se les miente sin asco.

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El terrible drama que vienen pasando los enfermos de cáncer en nuestro país conmueve hasta a los más indiferentes. El abandono en la atención y provisión de medicamentos que relatan los afectados es para cuestionar seriamente a las autoridades, de este Gobierno y los anteriores, pues se tiene la sensación de que estos seres humanos sufrientes son considerados ya descartables, mientras se despilfarran recursos para poner contenta a la clientela de los que mandan, como ocurre, por ejemplo, con los afortunados “nepobabies”.

Precisamente, en su homilía de la misa de Caacupé ayer domingo, el obispo del Vicariato Apostólico del Chaco Paraguayo, monseñor Gabriel Escobar, expuso estas lamentables situaciones, en estos términos: “Nos molesta a todos cuando sabiendo que hay dinero para solucionar los problemas propios de los paraguayos, no tengamos esa voluntad de acortar los sueldos de personas que trabajan para el Estado que ganan millones (Parlamento, binacionales, etc.), mientras otros compatriotas que son paraguayos tienen también el derecho de estar bien y gozar de una casa digna, un sueldo básico para mantener su hogar, poseer una educación de calidad, recibir una atención en la salud accesible para todos con remedios gratis y profesionales a todo tiempo...”.

Y, lo peor, en el caso de los enfermos oncológicos, como lo han denunciado en estos días esas víctimas del abandono, se les miente sin asco, prometiéndoseles una y otra vez la atención de sus demandas, haciéndoles incurrir en gastos de viajes y tiempo, para encontrarse con la misma respuesta de siempre: no hay medicamentos.

La persistente desgracia de estos pacientes del Instituto de Previsión Social (IPS) y del Instituto Nacional del Cáncer (Incan) está signada por el desabastecimiento de fármacos, cuyos costos oscilan entre un millón y medio y cuarenta millones de guaraníes, según Lidio Alcaraz, uno de los organizadores del reciente acto de protesta de los afectados. Como la falta habitual de medicamentos es grande, los pacientes deben traer dinero para someterse a la quimioterapia. Endeudado por treinta millones de guaraníes para adquirir los remedios, dicho asegurado del IPS gasta un promedio mensual de seis millones de guaraníes, suma que no tenían, por ejemplo, unos enfermos llegados desde Vallemí hasta el Hospital Central. Una desesperada familiar de un paciente enfatizó ante la prensa que la situación se arrastra desde hace años, e instó a la gente a que “no se calle”. Se preguntó cómo es que en un gran hospital como el de Ciudad del Este resulta imposible una medicación oncológica, y pidió al presidente del Consejo de Administración del IPS, Jorge Brítez, que “se ponga las pilas”. Es que los asegurados mueren, o quedan en la calle por los multimillonarios gastos que deben enfrentar.

Las vivencias desgarradoras no parecen afectar a las autoridades de dicho ente, que se limitan a anunciar, de acuerdo al libreto que suelen esgrimir cuando surgen reclamos, que las licitaciones para la compra de medicamentos se iniciarían en pocos días, como si el cáncer –la tercera causa de decesos en 2022– fuera una epidemia imprevisible que impide una oportuna planificación presupuestaria. Obviamente, se busca ganar tiempo, tratando en vano de calmar los ánimos, mientras la tragedia continúa, la que se agrava desde que se resolvió financiar el Programa Hambre Cero con recursos del Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide), que solventaban el 40% de las compras del Incan, tal como lo refirió la Asociación Nacional de Pacientes y Familiares con Cáncer, en una nota a quien ocupa la Presidencia de la República. En adelante, tales fondos serían reemplazados por ingresos tributarios, según voceros del Poder Ejecutivo. El ministro de Economía y Finanzas, Carlos Fernández Valdovinos, afirmó hace un mes que los recursos para el Incan “van a estar asegurados en un 100%”, de lo que es de imaginar no los afectaría una eventual disminución de dichos ingresos.

El Dr. Raúl Doria, director general del Incan, que también asiste a los asegurados del IPS, se queja de la insuficiencia de dinero para atender a unos tres mil enfermos por mes, cuyo número tendría un aumento anual del 30%, ya que cada nuevo fármaco recetado costaría alrededor de 30 millones de guaraníes: “La gente de clase media para abajo no puede soportar ese costo y los que antes se podían tratar en centros privados con gastos de bolsillo, ahora ya no pueden aguantar y vienen al Incan”, dijo. La Asociación de Pacientes con Cáncer y Familiares cree necesario quintuplicar el Presupuesto, que hoy asciende a 472.976 millones de guaraníes.

Mientras no se resuelva el pavoroso déficit en cuanto a la provisión de medicamentos, los pacientes y sus familiares seguirán sufriendo un calvario evitable si las autoridades competentes tienen lo que se llama empatía, es decir, la capacidad de identificarse con los sentimientos ajenos: hasta ahora la mayoría no ha demostrado poseerla en alto grado. Aumentó el Presupuesto y se creó una red, pero todo sigue igual, como si el cáncer fuera una nimiedad que no exige tratamientos complejos ni importara obligar incluso a los asegurados del IPS a enfrentar enormes costos.

Sin duda alguna, los pacientes ya no se conforman que con frecuencia el titular del IPS y sus colaboradores los reciban y les prometan que el problema se solucionará en breve tiempo, sin que ello suceda. Ya no les creen. Mientras tanto, sigue muriendo gente o soportando los tremendos dolores que causa el cáncer. Por eso, indigna observar la displicencia con que son atendidas las víctimas directas e indirectas de este mal. El ejercicio de la función pública requiere también cierto sentido de humanidad. Especialmente con estos enfermos, afectados por una de las más terribles de las enfermedades.

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