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Desde enero de este año y a cambio de 21.861.000 guaraníes mensuales, la bachiller Magida Esgaib –hija del impresentable diputado Yamil Esgaib (ANR, cartista) y con un pasaporte diplomático otorgado en septiembre de 2023– presta servicios como auxiliar administrativa en la embajada paraguaya en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, entendiéndose que con la expresa aprobación del presidente Santiago Peña, quien llegó a afirmar que los títulos académicos importan menos que la militancia partidaria a la hora de ocupar un cargo público. El primer mandatario nominal de la República bien pudo haber agregado que el parentesco cercano con un cartista violento sirve de mucha ayuda para vivir en el extranjero a costa de los contribuyentes, mediante un contrato renovable cada tres meses.
Por su parte, tras callarse durante semanas posiblemente para endurecer la cara y ensayar excusas, el canciller Rubén Ramírez Lezcano trató de justificar el bochornoso enchufe invocando la Ley N° 6935/22, relativa al servicio diplomático y consular y al administrativo y técnico del Ministerio de Relaciones Exteriores. Afirmó, en suma, que ella “establece la posibilidad de que se incorpore hasta un 20% de las designaciones de carácter político”, sin entrar en ciertos detalles del art. 16 de la citada ley. Es cierto que esta norma permite la incorporación transitoria de personas ajenas al escalafón diplomático y consular –sin calificarla de “política”– hasta el 20% del total de los cargos presupuestados para funcionarios en el exterior, pero solo bajo ciertas condiciones que el canciller prefirió omitir por motivos comprensibles. De hecho, entendemos que le habrá resultado sumamente difícil encontrar argumentos para justificar a quienes torpedean los asuntos públicos sin importarles que tengan justificación ni que sus actos arrojen graves consecuencias.
En efecto, esas designaciones por parte del Poder Ejecutivo son de carácter “excepcional”, pues solo pueden efectuarse “cuando no existieren funcionarios suficientes para cubrir los cargos presupuestados de la categoría respectiva” o “cuando por circunstancias especiales sea conveniente utilizar los servicios de dichas personas”. Cuesta mucho creer que en todo el país no exista en el ámbito diplomático una persona más competente para el efecto que la afortunada señorita que fracasó en el examen de ingreso en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Asunción.
Es de presumir que, si la designación de la citada joven cayera dentro de las “circunstancias especiales” contempladas, habrá sido muy difícil hallar argumentos para asentarlos por escrito, ya que posiblemente no sea suficiente que Magida Esgaib tenga como padre a un legislador energúmeno, que cuenta con el apoyo de un poder que no está muy en la sombra. El canciller tuvo la frescura de afirmar que “aquí no hay nada oculto”, sin haber precisado las verdaderas razones de la designación. Pero con el reciente escándalo de los “nepobabies” quedó demostrado que ser hijo de un congresista abre puertas, incluso en el servicio exterior, por lo visto. El ministro Ramírez Lezcano dijo que allí “hay funciones que están ocupadas por designaciones de carácter político”, degradando el concepto: en el deplorable caso comentado, la designación tuvo que ver más bien con el vulgar acomodo para retribuir el servilismo de un político cuestionado pero fiel.
Según dijo el padre en una entrevista radial, con un tono lastimero, la privilegiada auxiliar administrativa “quiere renunciar la pobre; ella ko es empleada de la embajada (...) no tiene ningún beneficio en nada; ese salario que tiene ella, allá, es como un salario mínimo; golpea acá porque parece mucho”. En realidad, lo que acá golpea es que “la pobre” ocupe un cargo público por el solo hecho de ser hija suya y que el canciller hable de una designación “política”, cuando se trata de una prebendaria, a todas luces. Canciller Ramírez Lezcano: es evidente que el “cupo político” (denominación que aparentemente no está escrita así) es para poner en el servicio exterior a gente capacitada para servir al país en circunstancias especiales, y no para regalar cargos diplomáticos a politicastros obsecuentes y “nepobabies” caraduras.