En los últimos años, se han levantado numerosos edificios de altura –corporativos y de departamentos– en torno a las muy valoradas avenidas capitalinas Aviadores del Chaco, Santa Teresa, Santísima Trinidad, Molas López, entre otras. El auge inmobiliario registrado en dicha zona contribuyó en gran medida a aumentar la recaudación municipal en concepto de impuesto a la construcción: si en 2014 fue de 25.917 millones de guaraníes, en 2022 ya había superado los 48.000 millones, estimándose que el próximo año llegará a 58.000 millones, más del doble de la primera cifra mencionada. Es plausible que ello haya ocurrido, y el asunceno debería regocijarse por ello, pero, lamentablemente, ese mayor ingreso tributario no se refleja en absoluto en su beneficio mediante obras y servicios de buena calidad, sino por el contrario, sigue soportando las contrariedades de una ciudad inhóspita.
Entre otras miserias, los habitantes de nuestra capital tienen que aguantar las plazas, las aceras y las calles de numerosas avenidas deterioradas, el tráfico caótico, los baldíos convertidos en criaderos de alimañas, la acumulación de basuras y las aguas servidas que fluyen incluso en las zonas donde abundan los grandes edificios, lo que habla de que Asunción dista mucho de ser acogedora. Todo lo cual lleva a preguntarse: ¿a qué se destinó, o en el bolsillo de quién fue a parar, tan tremenda recaudación?
Como el cobro de tributos no es un fin en sí mismo, cuanto el contribuyente abona debe invertirse en su beneficio antes que en los salarios y las remuneraciones adicionales del personal municipal superfluo. Vale la pena repetir esta perogrullada, pues desde hace largos años la Municipalidad es poco más que una gran oficina de empleos o, mejor dicho, de prebendas para la clientela política de intendentes y concejales, entre otros personajes que viven bastante bien de la función pública. Tiene nada menos que unos nueve mil ávidos funcionarios, contratados y jornaleros –uno por cada cincuenta y siete habitantes– que les obligan a endeudarse cada año y que se quedan con la mayor parte del Presupuesto, que este año asciende a 2,4 billones de guaraníes (329.805.565 dólares).
Los excesivos “servicios personales” tienen mucho que ver con el innegable descalabro financiero municipal, pese a lo cual, el jefe de Gabinete, Nelson Mora, estima que ¡no hay suficientes “funcionarios operativos” para brindar servicios a la ciudadanía! Puede que tenga razón, porque al parecer abundan los “planilleros” y los que se dedican solo a vagar por los pasillos del Palacete Municipal, pero lo que cabría en tal caso es hacerles trabajar, en vez de seguir engrosando el plantel, ya que siguen llegando allí hasta “contratados” de otras instituciones del Estado. Como en estas condiciones la mayor recaudación tributaria –como la que se registra solo en impuestos a las construcciones– no va a alcanzar nunca para alimentar a la clientela parasitaria, es indignante –pero resulta lógico– que la administración de Óscar “Nenecho” Rodríguez haya resuelto aumentar desde el próximo año el valor de las tasas, los cánones, los aranceles y los servicios, entre otros recursos.
El citado jefe de Gabinete alega que, con la “pequeña cantidad de dinero” que se tiene, se está subsidiando a quienes ingresan en la capital; en realidad, no son pocos los fondos disponibles: lo que pasa es que se los malgasta con el prebendarismo rampante y con la corrupción pura y dura. Los realmente subsidiados por los contribuyentes asuncenos son quienes se limitan a cobrar sueldos, bonificaciones y aguinaldos, sin hacer nada útil para los vecinos: los únicos beneficiados por ellos son sus respectivos padrinos, sobre todo en tiempos electorales. Y conste que, supuestamente para atender los intereses de los contribuyentes, existe toda una Defensoría Municipal, que desde agosto último está a cargo de Óscar David Rodríguez Ferreira, cuñado del intendente “Nenecho”: votaron por él 20 de los 24 ediles.
Se debe reconocer que en toda esta lamentable situación, gran parte de la culpa la tienen los propios asuncenos, que no cuestionan la desfachatez de sus elegidos. A estas alturas, los votantes ya deberían haber aprendido la lección de que son estafados cada cinco años, con toda impunidad: algunos de sus gobernantes son hasta premiados con una reelección, como si no les hubieran defraudado. En verdad, habrá que hacer mucho para adecentar la Municipalidad, esto es, para limpiar la casa de inútiles, indiferentes o corruptos de marca mayor. Hay que tenerlo en cuenta para las próximas elecciones.