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Es de sobra conocido que el Estado paraguayo es un gran empleador, a costa de los contribuyentes: nombra y contrata a personas sin atender las necesidades de un mejor servicio, sino las de los mandamases de turno y las de sus respectivas clientelas. El prebendarismo rampante llena el Presupuesto de cargos superfluos, a costa de los gastos de inversión. En el segundo trimestre de 2022, había unos 340.000 funcionarios y 50.000 contratados en los niveles gubernativos nacional, departamental y municipal, sin incluir los de las sociedades anónimas de exclusiva participación estatal. Una de estas es la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay SA (Essap), que hoy tiene 2.400 funcionarios y contratados. De este “ejército”, solo 215 son “operativos”, de los cuales apenas 150 trabajan en las calles. Todos los demás son burócratas, según su presidente Luis Fernando Bernal, lo que no debe hacer creer que el papeleo diario es considerable, sino que la inmensa mayoría se dedica a holgazanear, suponiendo que asistan a sus oficinas.
A eso se agrega que buena parte de las prestaciones de la empresa está tercerizada. Durante el anterior Gobierno, la plantilla se habría engrosado con 700 presupuestívoros, de acuerdo a la norma consuetudinaria de que una nueva administración debe aumentar el número de “servidores públicos”, para retribuir el apoyo recibido en las elecciones internas y en las generales. Por de pronto, tras el censo laboral realizado para identificar a quienes en verdad cumplen una tarea y en qué dependencia, se anuncia la desvinculación de 590 funcionarios y contratados con menos de diez años de antigüedad, en su gran mayoría “administrativos”. A propósito, puede suponerse que gran parte de esos funcionarios superfluos habrían sido contratados durante la administración de Natalicio Chase, el anterior presidente de la Essap, hoy flamante senador colorado.
Según el actual titular del ente, la medida supondrá un ahorro mensual de 1.500 millones de guaraníes y una indemnización de mil millones. Los nombramientos y las contrataciones que violaron la Ley N° 1626/00, por haberse omitido un concurso público de oposición en el primer caso o por no responder a ciertas “necesidades temporales de excepcional interés para la comunidad” en el segundo, fueron absolutamente nulos desde un principio, de modo que las desvinculaciones no deberían conllevar una indemnización.
La novedad anunciada por el titular de la Essap hace suponer que, si se puede prescindir de un plumazo de ellos –cerca de 600 “funcionarios solo en esa entidad–, puede suponerse que la cantidad de “calientasillas” en toda la Administración Pública debe ser inmensa. Si se hiciera el mismo “saneamiento” en las demás instituciones públicas, nuestros amables lectores pueden imaginarse el enorme ahorro que tendría el Presupuesto nacional para usarse en las necesidades más sensibles de la población. Lamentablemente, no hay que hacerse muchas ilusiones, porque suele ocurrir que las disminuciones de personal o las jubilaciones rápidamente se reemplazan por los allegados a las autoridades de turno.
La deficitaria Essap tiene un presupuesto de 700.000 millones de guaraníes y unos ingresos de 580.000 millones, de los cuales el 45% se destina al pago del personal superpoblado: si fuera una empresa privada, ya tendría que estar llamando a un concurso de acreedores, al igual que la Compañía Paraguaya de Comunicaciones SA (Copaco). Necesita con urgencia renovar su vetusta red de distribución de agua potable en la Gran Asunción, pero la escasa recaudación y ese enorme gasto rígido en “servicios personales” impiden la inversión de capital en al menos 300 kilómetros de cañerías. Su presidente afirmó que su gabinete está compuesto por funcionarios de carrera de la entidad, especializados en diversas áreas, lo que resultaría plausible si no fuera porque es improbable que estos veteranos, que han de arrastrar los vicios adquiridos en las administraciones anteriores, favorezcan grandes innovaciones que sirvan para sacar a flote a la Essap, en beneficio de los usuarios tan mal atendidos.
No está mal que pretenda desprenderse de al menos una parte del abundante personal superfluo, pero también hace falta que tenga el coraje de resistir las presiones que irá recibiendo con certeza para nombrar o contratar a amigos, parientes o correligionarios de los nuevos jerarcas. Como expresidente de la prebendarista y superpoblada Junta Municipal de Asunción, Luis Fernando Bernal no ha demostrado predisposición de sanear el legislativo comunal, por lo que es importante hacerle un seguimiento en su propuesta actual. La Essap está llena de “hurreros” militantes, buenos para nada; no es cuestión de que sean reemplazados por otros de la misma índole, en contra de la ley y de la salud financiera de la empresa.
Puede que la escoba nueva barra bien, pero el problema es que con el tiempo se desgasta y la basura vuelve a acumularse. La experiencia no permite alentar muchas esperanzas, pero es de esperar que nos equivoquemos.