Cargando...
En el Día Internacional contra la Corrupción y tras una estadía de casi un año en el país, el embajador estadounidense Marc Ostfield creyó oportuno referirse, en un artículo firmado, en especial, a lo que un pueblo como el nuestro sacrifica cuando sigue ese camino, y sostiene que, “Camuflada bajo distintos rostros y ropajes, la corrupción ataca las bases de la democracia y socava el Estado de Derecho”.
Para infundir esperanzas, el diplomático empezó su artículo señalando que los Juegos Odesur 2022 mostraron la capacidad local de realizar un evento del más alto nivel, para luego elogiar el “enorme potencial económico” que suponen el crecimiento anual promedio del 3,9% durante los últimos quince años, la estabilidad macroeconómica, la abundancia de energía limpia, la moderada carga impositiva y una población joven. Dicho lo cual, puso el dedo en la llaga al afirmar que “la corrupción es un gran peso que frena a Paraguay”, razón por la que se debe “luchar sistemática y enérgicamente contra las prácticas corruptas”. Nuestro diario siempre ha sostenido que esa lacra es la madre prolífica de la pobreza.
Agregó que, aparte de dañar la confianza ciudadana en las instituciones, ahuyenta la inversión extranjera. “Lo sabemos por empresas estadounidenses”, dijo, experiencia ésta que induce a preguntarse si, más allá del clima reinante en la materia, algún potencial inversor recibió algún pedido de soborno, del que se podrían tener noticias cuando un nuevo personaje sea declarado “significativamente corrupto”. Es que el embajador adelantó que su Gobierno seguirá “denunciando la corrupción y a los corruptos”, lo que resulta alentador porque es muy improbable que unos organismos locales dependientes del poder político y permeados por la mafia detecten a los sinvergüenzas de alto rango que existen en nuestro país.
Aquí surge la vieja cuestión de la impunidad reinante, a la que también apuntó el artículo comentado, haciéndose eco del clamor ciudadano de que las pesquisas y los procesos judiciales conduzcan a “condenas justas y oportunas, en los casos de corrupción, fraude y abuso de la confianza pública”.
El embajador es optimista: ve un futuro brillante para el país, “siempre que elija el camino de la transparencia y el Estado de Derecho, desafiando la corrupción y la impunidad”. Aquí apuntó algo trascendental: “La decisión está en manos de todos los paraguayos”. Esa decisión tiene que ser reafirmada cada día, cumpliendo y haciendo cumplir las leyes: ellas podrán ser mejoradas, pero lo prioritario es que tengan la vigencia efectiva de la que hoy carecen cuando afectan a los poderes fácticos. Hay que denunciar a los sinvergüenzas y exigir que de ellos se ocupen jueces y fiscales probos, pero también repudiarlos en las urnas con toda claridad.
No será fácil librarse de ese “gran peso que frena a Paraguay”. Un grave problema es que quienes deben combatir la corrupción pueden estar bastante corrompidos, lo que plantea la eterna pregunta de quién controla a los controladores, a la que se respondería que es la sociedad civil organizada e informada. Siempre dentro del Estado de Derecho, urge que el Paraguay se saque de encima esa pesada carga, recurriendo a la movilización ciudadana sostenida contra los malhechores del sector público y sus cómplices del privado.