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Desde hace más de medio siglo, nuestro diario viene bregando por la vigencia de las libertades y la gestión honesta de la cosa pública. Lo seguirá haciendo, a despecho de que quienes conculcan esos valores apelen a arbitrarias medidas administrativas, como la que dispuso su clausura en 1984, a obsecuentes resoluciones judiciales, como las que encarcelaron a su fundador, Aldo Zuccolillo, y a varios de sus periodistas, o hasta a las armas de fuego, como las que ultimaron a nuestro corresponsal en Curuguaty, Pablo Medina, que denunciaba el tráfico de drogas y las irregularidades cometidas por autoridades de la zona. No habrán de amedrentarnos los partidarios de la dictadura, del peculado o del crimen, porque tenemos “fe en la patria” y en el sistema democrático, a cuyo fortalecimiento se contribuye con el pleno ejercicio de las libertades de opinar y de informar. Dado que el intercambio de ideas favorece la toma de decisiones acertadas y que la transparencia en su ejecución desalienta la corruptela, la prensa libre cumple un rol esencial, ilustrando a la ciudadanía acerca de las opciones existentes y de las eventuales ilicitudes.
Dejamos constancia de que tampoco habrán de amedrentarnos acciones judiciales que busquen coartar nuestra tarea de hurgar en los recovecos de los asuntos públicos en el afán de denunciar el mal uso de los recursos que pertenecen a la ciudadanía. Esa es nuestra razón de ser y lo será siendo hasta el último día de su existencia.
Los órganos encargados de velar por el buen uso de lo que pertenece a todos, como la Contraloría General de la República y la Dirección Nacional de Contrataciones Públicas, no bastan para confiar ciegamente en que así ocurra, pues siempre se plantea la pregunta de quién controla a los controladores: la respuesta es que de ello solo puede ocuparse una sociedad civil que tenga acceso efectivo a las fuentes públicas de información. Y quién mejor para representar a esa sociedad que la prensa libre. Si los sinvergüenzas tienen mucho que esconder, el periodismo tiene mucho que indagar y no solo para que se tengan noticias de algún latrocinio, sino también para que los culpables sean castigados por una Justicia en verdad independiente, que no se convierta en un instrumento de quienes pretenden que se sancione a quienes denuncian sus malas artes.
La inquina contra la prensa no es un monopolio gubernativo ni de políticos de todos los colores, sino también de personas particulares que se ven descubiertos en sus chanchullos. A veces se le otorga a la prensa un poder más allá del que verdaderamente posee. Vale la pena mencionar aquí al senador Silvio Ovelar (ANR, cartista), tras las graves acusaciones del Departamento de Estado norteamericano contra su líder Horacio Cartes, quien dijo que “hoy ABC y quizás otros medios estarán felices”. No le preocupó en absoluto la posibilidad de que dichas acusaciones fueran ciertas.
Honra a gran parte del periodismo haber contribuido en ocasiones a impedir la ruptura del orden jurídico, de lo que se infiere la capital importancia de la libertad de prensa: ella refuerza la de cada uno de los ciudadanos, en la medida en que puede ser una valla contra los arrebatos autoritarios. Resulta necesario preservarla para, entre otras cosas, criticar el abuso del poder y censurar a los ladrones, en defensa del interés general. Cuando se la cercena, por las vías de hecho o mediante acciones judiciales o burocráticas, se restringe el derecho que todos tienen a estar informados de lo que acontece en la función pública.
Nuestro diario está comprometido con la búsqueda de la verdad y de las medidas que convengan al bienestar de la población, a sabiendas de que la libertad de prensa puede ser coartada incluso en un régimen democrático, cuando la persecución más o menos sutil reemplaza a la brutalidad dictatorial.
La lucha por la libertad y contra la corrupción es permanente, porque la primera tiene muchos enemigos y la segunda muchos partidarios. No hay que doblegarse ante los prepotentes ni ante los ladrones, para que los paraguayos sean realmente libres e iguales ante la ley. Queda claro que, mal que les pese, ABC Color seguirá denunciando a quienes atentan contra este noble ideal.