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¡Viva el contrabando!
Recuerdo que luego de la Revolución del 47 los grupos políticos participantes del sangriento levantamiento trajeron al país miseria, luto y desolación en todos los rincones, y una situación económica de atraso. Sus resultados fueron una carestía en todos los rubros, principalmente los de alimentos (carne, aceite, pan y azúcar, etc.). Yo, todavía criatura, era enviado a las cuatro de la madrugada a un mercado ubicado detrás de lo que hoy es Toyotoshi. Lo doloroso era que cuando yo llegaba al borde del mostrador ya la carne había terminado. El aceite se enviaba a algunos almacenes de barrio en tambores de 200 litros, para su reparto de un litro por persona, si alcanzaba. El azúcar, si existía, era azúcar moreno, todo gomoso. Esa era la realidad que los pobres soportábamos hasta hace unos diez años, en lo referente al azúcar.
Por eso ahora me indigna tanto que este sufrido pueblo paraguayo no pueda disfrutar de la situación de vacas gordas para nuestro pueblo, por los bajos precios que registran nuestros vecinos en sus productos, al alcance de nuestros bolsillos.
Si nuestros productores agropecuarios e industrias no pueden competir con estos precios será mejor que cambien de rubro y que el cañicultor también lo haga. Si ahora están cultivando caña de azúcar es que tienen suficiente tierra para cultivar otros rubros más rentables, ya que, según expertos en el campo, dos hectáreas de terreno son suficientes para autosustentarse. Y los ricos industriales seguramente tendrán suficiente dinero para gastar durante dos mil años sin perjudicarse.
En fin, hagamos de este país un paraíso para los turistas, que es la industria más importante que nuestro país puede impulsar. La industria turística puede dejar más dólares al país para beneficio de todos, principalmente para los artesanos, que generalmente son pobres. Y ¡Viva el mal llamado contrabando, y que las autoridades hagan la vista gorda, como siempre lo han hecho los grandes capitalistas, claro, pero que se juegue ahora a favor de los pobres como yo, pues no sabemos hasta cuándo serán estos buenos momentos!
Ignacio Vizcarra Sosa
Paciencia colmatada y voluntad desentumecida
La insatisfecha apetencia del poder y la perentoria obligación de no ceder ningún área del mismo por parte de los círculos oligárquicos que detentan la propiedad de la abrumadora mayoría de los recursos y medios existentes es una postura actual que remeda o recuerda los exhorbitantes gravámenes de las casas feudales, así como los despotismos de los clanes plutocráticos con los que someten a los desposeídos.
Se trata de una aproximación muy cercana entre los representantes de castas feudales y de los clanes plutocráticos con los componentes de las cúpulas políticas que prácticamente ya se confunden entre sí. Es que los jerarcas políticos han logrado, vertiginosamente, colocarse a la altura de sus progenitores en el campo del prestigio social y de la comodidad financiera.
El conservadurismo, costumbre aplicada ortodoxamente por autoridades y pueblo paraguayos, prosigue su fastidiosa rutina, hecho que se consolida cotidianamente, lo que demuestra que los absurdos acontecimientos que rigen el incompresible presente proseguirán reprimiendo irremediablemente a los buenos y excepcionales intentos liberadores de la asfixiante atmósfera que cloroforma a la nación.
No hay resquicio posible ni mucho menos cómodos lugares en las nomenclaturas gubernativas, autárquicas o binacionales. Incluso hasta las fuertes corporaciones u holdings evitan albergar en su staff a gente opositora o vinculada a las protestas y cuestionamientos. No es para menos, el Estado es el mejor comprador y sus contratistas, entonces, lo que menos quieren es malquistarse con los que detentan el poder.
Hoy en día existe una leve presunción –la que al final de cuentas no excede a una débil esperanza– sobre que se produzcan algunas alteraciones para bien de nuestras estructuras burocráticas y que a su vez sean consecuentes con un esperado bienestar.
Podrá afirmarse en contra que esa esperanza alberga contenido insuficiente y tendrán razón los que así piensen. Pero es momento de reflexionar sobre nuestras inmediatas posibilidades de producir un cambio raigal. Ello –el cambio– requiere ilustración, organización, movilización y que paralelamente las carencias y precariedades del pueblo vayan engrosándose hasta que colmaten la paciencia de todos. Entonces, recién, revivirá nuestra voluntad entumecida.
No hay por qué desanimarse, las ciudadelas fuertes y encerradas somos nosotros mismos, nuestros contrarios son castillos de naipes ¿Recuerdan cómo huyeron por la Costanera? Estuvieron a un “cris” de irse por largo tiempo… creo que se notó la ausencia de la “T” . No estaba maduro el caso. Esto no es crítica. Solo nos faltó capacidad de réplica, o sea, adiestramiento y audacia. Otra vez será.
Gustavo García