Esta práctica constante y a largo plazo de ejercicio se vincula además con la capacidad de dormir entre seis y nueve horas cada noche, indica el estudio que publica BMJ Open y firman, entre otros, la Universidad de Reikiavik, el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), la Universidad Pompeu Fabra y el Hospital Galdakao-Usansolo (Vizcaya); estas tres últimas, instituciones españolas.
Estudios anteriores sugirieron que la actividad física favorece un sueño de mejor calidad y puede mejorar los síntomas del insomnio crónico, pero no quedaba claro en qué medida contribuyen a esta asociación el sexo, la edad, el peso (IMC), la forma física general, la salud general y el tipo de ejercicio.
Los investigadores evaluaron la frecuencia, duración e intensidad de la actividad física semanal y los síntomas de insomnio, el tiempo de sueño nocturno y la somnolencia diurna entre adultos de mediana edad en nueve países europeos.
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En el estudio participaron 4.399 personas (2.085 hombres y 2.254 mujeres) que respondieron a preguntas sobre la frecuencia y duración de la actividad física al inicio del estudio, los síntomas de insomnio, la duración del sueño nocturno y diurno.
El ejercicio semanal durante años
Los que hacían ejercicio al menos dos o más veces por semana, durante 1 hora semanal o más se clasificaron como físicamente activos.
Durante los diez años que duró el estudio, un 37 % de los participantes fueron inactivos persistentes; un 18 % se volvieron físicamente activos; un 20 % se volvieron inactivos; y un 25 % fueron activos persistentes.
Los participantes de Noruega eran los más propensos a ser persistentemente activos, mientras que los de España, seguidos de los de Estonia a ser persistentemente inactivos, indica la investigación.
Los resultados, ajustados por edad, sexo, IMC, antecedentes de tabaquismo y centro donde se realizaba el estudio, indicaron que las personas persistentemente activas tenían significativamente (42 %) menos probabilidades de tener dificultades para conciliar el sueño.
Asimismo, la probabilidad de presentar cualquier síntoma de insomnio era un 22 % menor y tenían un 40 % menos de probabilidades de declarar dos o tres síntomas de insomnio.
El ejercicio semanal y las horas nocturnas de sueño
En cuanto al total de horas nocturnas de sueño y la somnolencia, los persistentemente activos tenían una probabilidad significativamente mayor (55 %) de tener un sueño normal y una probabilidad significativamente menor (29 %) de tener un sueño corto (6 horas o menos).
La probabilidad de tener un sueño superior a las 9 horas era el 52 % en ese mismo grupo, señala BMJ.
Las personas que a lo largo del estudio se volvieron activas tenían un 21 % más de probabilidades de tener un sueño normal que los que seguían inactivos.
Los investigadores reconocen que no pudieron evaluar objetivamente los cambios en los niveles de actividad física entre los dos puntos temporales y que todos los elementos se basaron en una evaluación subjetiva mediante cuestionario.
En todo caso, escriben que estos resultados están “en consonancia con estudios anteriores que han demostrado el efecto beneficioso de la actividad física sobre los síntomas del insomnio, pero el presente estudio muestra además la importancia de la constancia en el ejercicio a lo largo del tiempo”.