La inauguración oficial del museo arqueológico más grande del mundo dedicado a una única civilización tendrá lugar el 1 de noviembre y se extenderá durante tres días. El gran público deberá esperar al día 4.
El espacio arquitectónico no tendrá nada que envidiar al Louvre de París o al Museo Británico de Londres. Sus exposiciones permanentes ocuparán una superficie de 85.000 metros cuadrados y la construcción en su conjunto se asentará sobre 480.000 metros cuadrados.
La apertura se ha pospuesto en repetidas ocasiones por la dificultad de levantar el edificio en el desierto -a la sombra de las pirámides de Guiza- y asegurar que no hubiese reliquias debajo, un proceso de retirada de miles de toneladas de arena que ocupó diez años.
Después se sucedieron las revoluciones y protestas populares en Oriente Medio (Primaveras Árabes), las tensiones entre Israel e Irán, la pandemia del coronavirus, las recurrentes crisis económicas del país y la guerra de Gaza.
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Tutankamón, la joya de la corona
Pese a ello, el Gran Museo (GEM, en sus siglas en inglés), ha abierto paulatinamente espacios para los visitantes. Entre las piezas destaca una estatua vigilante de Ramsés II en el vestíbulo central, de 12 metros de altura y una antigüedad de 3.200 años, que ha comenzado un nuevo reinado entre las piezas arqueológicas más destacadas del Egipto faraónico.
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Ramsés II, tercer faraón de la Dinastía XIX y que vivió 87 años, ordenó edificar los célebres templos rocosos de Abu Simbel para conmemorar su victoria en la batalla de Qadesh (1274 a.C.) y de su propio templo mortuorio en Tebas, actual población de Luxor.
La ‘cuarta pirámide’, llamada así por su diseño y proximidad a la necrópolis de Guiza, está preparada para recibir hasta 15.000 personas diarias.
La visita vale la pena porque el edificio de Heneghan Peng Architects es espectacular, con una gran escalinata de sarcófagos y esculturas alineadas que llevan a un inmenso ventanal con una vista privilegiada de Guiza.
El enorme complejo albergará 100.000 piezas, un almacén de antigüedades y un laboratorio de restauración. Sus grandes salas de techos altos y galerías con mucha luz natural están diseñadas de forma que el turista sienta que está entrando en un yacimiento arqueológico.

La joya de la corona será el tesoro de Tutankamón, la única tumba de un faraón descubierta intacta, y que no se podrá ver completa hasta la inauguración oficial del colosal museo. En total, se exhibirán unas 5.400 piezas halladas en la tumba por el arqueólogo británico Howard Carter en 1922.
Hasta ahora, la máscara, las sandalias, las joyas o el único trono de oro que se conserva del Antiguo Egipto, perteneciente al ‘faraón niño’, estaban desperdigados por los almacenes del Museo Egipcio de la plaza cairota de Tahrir y el de Luxor.
Todas estas reliquias se mostrarán en un único espacio dividido en galerías que permitirán al visitante tener una fotografía completa de la vida, el sufrimiento y el drama durante la época de Tutankamón.
Las galerías del Gran Museo están interconectadas cronológicamente para que el visitante viaje por toda la historia del Antiguo Egipto. Un regalo para los turistas, la comunidad arqueológica y los egiptólogos.
Eso sí, no podrán asombrarse con piezas icónicas como la Piedra de Rosetta y el busto de Nefertiti, que continúan en Londres y Berlín, a pesar de la larga lucha de Egipto por recuperarlas.
Un museo de mil millones de dólares
La inversión realizada hasta ahora para levantar el GEM es de más de mil millones de dólares, el triple de lo proyectado hace dos décadas.
El Gobierno egipcio espera que el Gran Museo ayude a incrementar el número de pernoctaciones en El Cairo, una ciudad muy atractiva pero que de momento solo tiene visitantes de paso hacia Luxor u otros centros de interés, que se detienen un día en la capital para ver las pirámides de Guiza.

Las autoridades confían en que la ‘cuarta pirámide’ reciba cinco millones de visitantes anuales y sean ocho millones dos años después de su inauguración.
