Desinformación imita el fact-checking para engañar mejor

La desinformación y la propaganda política a menudo son difundidas con recursos que imitan y distorsionan los códigos del periodismo de verificación -o “fact-checking”-, lo cual aumenta la confusión en la guerra de la información que ha quedado en evidencia durante el conflicto en Ucrania.

La desinformación y la propaganda política a menudo son difundidas con recursos que imitan y distorsionan los códigos del periodismo de verificación -o “fact-checking”-, lo cual aumenta la confusión en la guerra de la información que ha quedado en evidencia durante el conflicto en Ucrania.
La desinformación y la propaganda política a menudo son difundidas con recursos que imitan y distorsionan los códigos del periodismo de verificación -o “fact-checking”-, lo cual aumenta la confusión en la guerra de la información que ha quedado en evidencia durante el conflicto en Ucrania.

A primera vista, “WarOnFakes” parece un sitio de fact-checking como cientos de otros, muchos de los cuales pertenecen a medios de comunicación conocidos.

El sitio ruso, replicado en redes sociales por algunas cuentas oficiales de autoridades rusas, afirma “no ser político”, sino proporcionar “información imparcial sobre lo que ocurre en Ucrania”.

Utiliza por ejemplo capturas de pantalla etiquetadas con alertas de “FAKE” o flechas y círculos en las fotos. Todos estos son códigos de fact-checking, un formato especializado de la verificación de contenido público. Pero varios artículos llaman la atención, como el que dice: “Falso: un hospital de maternidad atacado en Mariúpol”.

Mediante el uso (equivocado) de un programa informático de geolocalización, el texto pretende demostrar que un hospital de maternidad en esa ciudad ucraniana no fue atacado, con lo que contradice los relatos de los testigos y las imágenes publicadas en la prensa internacional tras el bombardeo del 9 de marzo pasado en contra del hospital pediátrico.

Sin pruebas

Sin pruebas, el texto afirma que el ataque no fue más que un “montaje” de los ucranianos y se hace eco de la retórica del Kremlin.

Como una forma de aumentar la confusión, el sitio también denuncia contenidos desinformativos “reales” que pueden ser desfavorables para Rusia.

Es el caso del video de una niña que se enfrenta a un soldado, compartido por los usuarios como si mostrara a una niña ucraniana encarando a un ruso. En realidad, se trata de una niña palestina que enfrentó a un militar israelí en 2012.

Moneda de cambio

El uso indebido del fact-checking no se inicia con este conflicto. Los equipos de AFP ya han detectado varios ejemplos similares en Etiopía, Brasil y China, entre otros.

El perfil de “Verdade dos Fatos” en Twitter, por ejemplo, se propone “comprobar” el contenido publicado por las agencias de verificación, autodenominándose como “el primer fact-checking de fact-checking en Brasil”.

Al afirmar que se basa en información “pública y notoria”, la cuenta contradice información difundida por instituciones nacionales e internacionales fiables.

“El fact-checking se está convirtiendo en una moneda de cambio” en la guerra de la información, destaca Pascal Froissart, profesor e investigador de comunicación en la Universidad de París-8.

“Desde un punto de vista estratégico, es muy eficaz”, continúa, y sostiene que “esta comprobación partidista de los hechos es practicada abiertamente por los partidos políticos en las democracias”.

En Ucrania en particular, “vemos el apogeo de esto con todo un proceso de reescritura, que llega hasta el revisionismo histórico, reinventando los hechos”, asegura.

La comunicación se ha reapropiado de “todos los formatos periodísticos”, y “lo mismo ocurre hoy con el fact-checking, porque tiene la capacidad de convencer”, añade Laurent Bigot, de la Universidad de Tours.

“Es una herramienta que tiene la ventaja añadida de decirle a la gente ‘lo que te han dicho no es verdad, pero lo que decimos nosotros sí’”, explica el profesor e investigador de periodismo.

Credibilidad

“Lo que están haciendo los ‘falsos’ fact-checkers es robar la credibilidad del concepto, imitando sus métodos”, señala Peter Cunliffe-Jones, investigador de la Universidad de Westminster, en Londres, y uno de los responsables de la International Fact-Checking Network (IFCN), que agrupa a medios especializados, entre ellos la AFP.

La verificación de imágenes es una “fuente de información de confianza, por lo que es muy fácil utilizar este ‘atajo’ de credibilidad para abusar de esa confianza”, comenta Anne Kruger, directora en Asia-Pacífico de First Draft, una ONG de combate a la desinformación.

En una época en la que los medios de comunicación son muy criticados, en la que los límites entre periodismo, opinión y comunicación son difusos, “resulta confuso para el público, que tiene aún más dificultades para orientarse”, afirma Laurent Bigot.

Entonces, ¿cómo orientarse en este escenario?

Lo que importa es la fuente, coinciden los expertos, que señalan la importancia de la educación mediática desde una edad muy temprana: ¿Qué organización ha producido la verificación y quién la financia, por ejemplo?

“Por un lado, vemos garantías de metodologías rigurosas que no tienen más motivación que la de informar, mientras que, por el otro lado, nos encontramos con una especie de señuelo”, dice también Laurent Bigot.

Peter Cunliffe-Jones insiste en el cumplimiento de los códigos de prácticas de fact-checking, como los de la IFCN.

“Lo principal es la transparencia de la organización que realiza el fact-check, la metodología utilizada y el aporte de pruebas verificables”, resume.

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