En apariencia, en el Paraguay, en los periodos electorales, no ocurre lo que en muchos otros países, en los que, luego de un gobierno que no cumple con las expectativas ciudadanas, la mayoría del electorado ejerce el voto castigo y se produce un cambio de signo político.
Hoy se celebran las elecciones generales en Paraguay, día en que cada ciudadano define con su voto quién dirigirá la política nacional durante los próximos 5 años. La puja es entre los candidatos de las dos principales fuerzas políticas del país. Disputa cuyo resultado podría ser una diferencia muy ínfima, lo que genera un escenario incierto y confuso.
En una suerte de danza de lobos, hoy se cruzarán en los pasillos de los locales electorales compatriotas animados por contrapuestos intereses para elegir presidente de la República y vice, senadores y diputados, gobernadores, y concejales departamentales.
El compromiso del nuevo presidente y parlamentarios que resulten electos en los comicios de hoy, para con los sufridos pobladores del Alto Paraguay, debe ser buscar paliar el largo abandono que desde hace décadas vienen padeciendo estos heroicos moradores, quienes hacen patria por estos lejanos lugares de la soberanía nacional.
Entrando en la recta final de la campaña electoral, la ciudadanía sigue sin conocer el pensamiento y las ideas concretas de los principales candidatos sobre algunos de los grandes temas nacionales. De uno y otro lado se han dedicado a lanzar promesas populistas sin explicar cómo las van a financiar, o a asegurar que construirán un país de maravillas sin esclarecer cómo pretenden conseguirlo, a la par de eludir referirse y asumir compromisos sobre los desafíos más espinosos que indefectiblemente tendrá que enfrentar el próximo gobierno.