3 de noviembre de 2025
Mientras la población sufre el azote cotidiano de la violencia criminal, el ministro del Interior, Enrique Riera, encargado de la seguridad interna, da parte de enfermo o asiste a algún mitin. Al parecer, en su agenda apenas figura la golpeada capital del Amambay: en la víspera de una reciente “marcha por la paz y la seguridad” realizada por los pedrojuaninos tras unos días sangrientos que causaron cinco víctimas mortales, el intendente Ronald Acevedo (PLRA) dijo que el año pasado el ministro estuvo allí solo durante media hora y que los mafiosos tienen “comprados” a muchos oficiales de Policía. Allí abundan los casos de sicariato. En lo que respecta a la violencia, los departamentos de Alto Paraná y Canindeyú no le van en zaga al de Amambay. El Gobierno debe entender que en materia de seguridad el Paraguay está lejos de “estar mejor”. Está cada vez peor.




El fiscal Emilio Álvarez ordenó la detención de la concejala de Cerro Corá, Amambay, Lettiscia Castellano (ANR), en el marco de una investigación abierta por intento de homicidio del que fue víctima un hombre de 33 años en un hecho ocurrido días atrás.

El domingo pasado, un encuentro deportivo en la ciudad de Capiatá terminó con un episodio de violencia. Un futbolista molesto por una expulsión agredió a patadas a su adversario, quien ya estaba en el suelo. El suceso se dio en el partido entre el Club Unión Salinares y 13 Tuyutí, de la Liga Capiateña.

Los atentados a tiros contra las viviendas de los periodistas Fabián Costa y Carlos Benítez, de distintos medios, cometidos en la vecina ciudad de Lambaré, son nuevas evidencias del auge de la violencia que se viene registrando en nuestro país. Estamos ingresando en otro nivel, tal vez el más peligroso de todos, pues atacar la libertad de prensa es atacar a la madre de todas las libertades. De modo que la violencia que está experimentando nuestro país ya no proviene solo de los asaltantes que emplean con frecuencia armas largas, o de los robos domiciliarios, entre otros, sino se está comenzando peligrosamente a emplearla contra generadores de ideas. Es de pensar que la situación no es aún irreversible. Pero las autoridades deben convencerse de que la gente común no goza del aparato de seguridad del que ellas están rodeadas, sino que está expuesta permanentemente a los ladrones, asaltantes, robacoches, chespiceros, o quedar en medio de una balacera entre bandas rivales.