Una familia logró recuperar ayer el inmueble donde existía una embotelladora de agua mineral. El predio, ubicado en Villeta, estaba desde hace un año en manos del diputado tránsfuga Jatar Fernández. Este último habría ingresado a la propiedad en cuestión sin la documentación, según la denuncia ante la Policía y la Fiscalía.
En el Congreso nos vamos llenando de tránsfugas rápidamente. Es cierto que no son una especie nueva en nuestra fauna política, pero en este período llaman la atención por su cantidad y rápida aparición.
La política, ese complejo entramado en el que se conjugan ideales, promesas y lealtades, se ve sacudida una vez más por la sombra de la traición, de la estafa, también muy comunes en determinados escenarios.
La Cúpula del Partido Patria Querida (PPQ) se reunirá este sábado 4 para exigir al senador Orlando Penner renunciar a su banca y devolverla a la agrupación. Recalcan que PPQ tuvo 72.357 para la Cámara Alta y solo 14.185 fueron para Penner, seguido por Stephan Rasmussen con 14.098, quien quedó fuera. De esta manera el “satélite” del cartismo ocupa su curul por apenas 87 votos de diferencia. El primer suplente de PPQ es el exsenador Arsenio Ocampos Velázquez (2003-2008). En 2004 Penner también exigió la renuncia de una diputada por un caso similar.
El “pase”, particularidad conocida del negocio deportivo, ingresó al ámbito político local con resultados promisorios. Es una novedad. Antes, estas transferencias no se veían con buenos ojos; se calificaba “tránsfuga” a los que cambiaban de religión, de partido, de cualquier casaca, por mera conveniencia. El término, incluso, dio origen a un paraguayismo: “transfuguear” (andar en asuntos turbios o ilícitos). De manera que, aquí, no es políticamente correcto llamar “tránsfuga” a alguien, aun tratándose de un político incorrecto.