En síntesis, Dworkin pretendió trascender las limitaciones del positivismo jurídico y ofrecer una concepción descriptiva más adecuada acerca del funcionamiento de los sistemas jurídicos en toda su complejidad, con sus principios y sutiles conexiones con la moralidad política, evidenciando que el aplicador del derecho no puede ni debe ser un mero autómata, sino que debe aspirar a esa idea ligada tradicionalmente al derecho de intentar buscar siempre la solución más justa. Esto habría de impresionar gratamente a Jürgen Habermas cuando escribió Facticidad y Validez, al punto de que el filósofo alemán se apoyó en esta materia en las ideas de Dworkin, en un notable caso de conversación filosófica anglo-continental.