Es de conocimiento público la notable voracidad parlamentaria, más allá de los colores. Aparte de gozar hoy de una “dieta” mensual de 29.606.840 guaraníes, cobran 3.168.000 como “gastos de representación”. En vista de que la idea de autodestinarse 5 millones de guaraníes mensuales para combustibles mereció el repudio ciudadano, ahora el senador Natalicio Chase (ANR, cartista) informó que sus colegas se proponen aumentar su gasto de representación trasladando allí el mismo monto rechazado para los combustibles. El cambio conllevaría la gran ventaja de un ingreso monetario contante y sonante, a diferencia de los cupos que no pueden convertirse en guaraníes. El senador Basilio Núñez y el diputado Raúl Latorre, ambos colorados cartistas, justifican este aumento pretendido en la necesidad de que los legisladores deben ser bien remunerados para no ceder a la tentación de corromperse. Sería interesante conocer en cuánto tasan su honestidad.
El cartismo dentro del Congreso Nacional se comprometió a “analizar” los cuestionados privilegios que pretenden auto-adjudicarse a partir del año que viene. El titular del Poder Legislativo no quiso opinar demasiado sobre el punto, pero sí defendió el seguro médico vip. Los opositores, en cambio, calificaron al intención como una bofetada para el pueblo paraguayo.
La ciudadanía paraguaya tiene la desdicha de soportar un Poder Legislativo cuyos miembros gozan de numerosos privilegios, y algunos que van más allá y ya abusan de tan envidiable situación, mediante lo que parece ser un uso indebido de influencias, con la complicidad de las autoridades de las respectivas Cámaras. En este afortunado panorama, ajenos a la indignación ciudadana y sin temor a castigo alguno, instalan sin concurso a sus allegados en puestos públicos, utilizan en provecho propio a personal nombrado en el Congreso, se apropian dudosamente de bienes del Estado, utilizan a entidades públicas en su beneficio, y lo más reciente que salió a luz, utilizan bienes incautados con fines particulares. Es decir, el aparato estatal en su beneficio, mientras grandes sectores de la población sufren de enormes carencias.
En más de un sentido, los legisladores paraguayos son ciudadanos de primera, pues el común de sus compatriotas está bien lejos de gozar de sus diversas prerrogativas. Se comprende que tengan la inmunidad que impide detenerlos, salvo que sean hallados en flagrante delito que merezca pena de prisión, aunque tiendan a convertirla de hecho en impunidad, mediante el uso indebido de influencias en el Ministerio Público y en la judicatura, y también tienen por costumbre instalar ilegalmente a sus allegados en un cargo público. La cuestión es que sus privilegios van mucho más allá de los fueros. Pero el buen pasar de nuestros legisladores, cuyas decisiones legislativas muchas veces tienden más a beneficiar a sus allegados y a sí mismos, no termina para ellos una vez que se ven obligados a dejar sus bancas. En efecto, se han adjudicado una envidiable jubilación de privilegio, tanto ordinaria como extraordinaria, que vulnera el principio de igualdad ante las leyes.
Varios integrantes de las Fuerzas Armadas, que actualmente realizan tareas administrativas, aparecen como beneficiados con millonarias bonificaciones por exposición al peligro. Esta asignación figura en el presupuesto de este año, pero la prioridad de un mayor porcentaje era para el personal que presta servicio en el CODI, según una orden especial de enero pasado. El ministro de Defensa, Óscar González, prometió verificar la situación.
El presidente Santiago Peña (ANR) se burla de los trabajadores del país al proponer el aumento de la dieta de G. 5 millones para los 80 diputados y 45 senadores. De aprobarse, crecerá aún más la odiosa brecha entre la casta de altos funcionarios y el trabajador común. Esto sin contar el bajo nivel de preparación y varios procesados por crímenes.