La ciudadanía paraguaya tiene la desdicha de soportar un Poder Legislativo cuyos miembros gozan de numerosos privilegios, y algunos que van más allá y ya abusan de tan envidiable situación, mediante lo que parece ser un uso indebido de influencias, con la complicidad de las autoridades de las respectivas Cámaras. En este afortunado panorama, ajenos a la indignación ciudadana y sin temor a castigo alguno, instalan sin concurso a sus allegados en puestos públicos, utilizan en provecho propio a personal nombrado en el Congreso, se apropian dudosamente de bienes del Estado, utilizan a entidades públicas en su beneficio, y lo más reciente que salió a luz, utilizan bienes incautados con fines particulares. Es decir, el aparato estatal en su beneficio, mientras grandes sectores de la población sufren de enormes carencias.
Si el día de mañana lunes la Cámara de Diputados aprueba lo establecido en el Senado, que subsidia por 100 millones de dólares, vía endeudamiento a Petropar y a los emblemas privados de distribución de combustibles para la importación de gasoíl tipo III (común) y nafta virgen, se estará no solo violando la Constitución Nacional (CN) sino también dejando un nefasto precedente de índole cultural y moral.
En estos tiempos tan difíciles, resulta aun más afrentoso e indignante que quienes ejercen altos cargos en la función pública gocen de una serie de privilegios presupuestados a costa del contribuyente. Aparte de que cobran unos sueldos envidiables por trabajar poco y mal, de que viajan al exterior para asistir a eventos realizados en centros turísticos, sin ningún aporte para el pueblo que financia esos viajes, de que cuentan con protección policial personalizada o de que tienen un seguro médico privado de primer nivel, disponen de unos generosos cupos de combustible, de los que hacen uso con toda discrecionalidad, dado el descontrol reinante.
Los políticos han convertido a la política en un mundo de hipocresías. En un juego en que todo se finge. Los hipócritas fingen pensar en los demás cuando solo piensan en sí mismos; fingen trabajar para la sociedad cuando solo hacen electoralismo; fingen “escuchar al pueblo” cuando lo que dice el pueblo les importa un rábano.
Una familia trabajadora del departamento de Caaguazú cuenta el calvario que tuvo que pasar por no tener privilegios, cuando a pesar de ser asegurados de IPS tuvieron que ir al Brasil para que su hija reciba un trasplante de médula. El Estado brasileño hizo más por ellos que el paraguayo.
Los influyentes gremios empresariales de nuestro país (Asociación Rural, Unión Industrial, Federación de la Producción, Industria y Comercio, Cámara de Comercio y Servicios, Cámara de Anunciantes, y algunas otras) no aglutinan a todos los empresarios del Paraguay sino a una pequeña parte de ellos.