“Se lo dije mil veces y no me escuchó”, “tengo que ver para creer”, “no me da ni frío ni calor”. Decía Immanuel Kant que nuestro conocimiento del mundo exterior depende de nuestras formas de percepción. Cuando somos niños nos enseñan y crecemos mayormente a través de juegos; según la estimulación recibida, será cómo logremos percibir y comprender la realidad. Todos tuvimos alguna escuela: mala, regular, buena o excelente para aprender a sentir el mundo. Las personas que antiguamente aplicaban duros castigos físicos a los niños para corregir faltas, creían que esto los marcaría a fuego para seguir el camino correcto. Por el contrario, hoy se plantea una educación que desestima totalmente tocar al niño. Aunque parezca infantil, no está de más recordar algunos cuidados básicos de los sentidos. Vista: leer solo en lugares bien iluminados. Oído: mantenerlos limpios, evitar lugares muy ruidosos, hablar sin gritar. Olfato: sonarse la nariz con cuidado, no escarbársela, no exponerse a olores fuertes y tóxicos. Gusto: no consumir con frecuencia sabores muy picantes, dulces, salados o agrios. Cuidar los dientes y las encías. Tacto: mantener la piel aseada, tomar sol con mesura, lavarse las manos antes de comer. Consultar regularmente al médico para que nos controle u oriente sobre cualquier impedimento o disminución de los sentidos.