17 de marzo de 2025
Un artículo nostálgico de la izquierda que hace un siglo existía en Paraguay.
La politización de la entrega de los premios Oscar fue una novedad a la que nadie parece haber reaccionado nunca con hostilidad. O siquiera renuencia. Por el contrario, desde que el tono anti-sistema empezó a hacerse más audible en el corazón del star system de la industria del cine, ha sido una novedad de la que se espera y aun reclama que cada año sea más innovadora y restallante que el anterior.
Cuando el domingo pasado ganó un Óscar como protagonista del film Joker, el actor Joaquin Phoenix se metió unos cuantos miles más de fans en el bolsillo con un breve discurso sobre el sufrimiento de «los que no tienen voz». Su descripción del robo de la leche de los becerros para cortar el café o bañar el cereal del desayuno pareció postular el veganismo como imperativo moral.
El pasado es una herramienta tradicional de manipulación ideológica en Paraguay, donde el nacionalismo burgués creó en torno a las figuras del dictador Francia y de los López todo un culto a la personalidad del héroe que aún estorba el desarrollo de un pensamiento crítico sobre los procesos históricos. Avanzando en esa necesaria dirección, el historiador Ronald León Núñez explica en este artículo por qué los mitos no pueden combatirse con otros mitos.
«He escuchado hablar del odio a los ricos; no sé si existe, pero sí me consta que existe el odio a los pobres», escribe Montserrat Álvarez.
Lo peor del Streeptease (¿o tears?) del discurso de Meryl el domingo pasado en la entrega de los Globos de Oro es que no solo habla mal de Meryl Streep.