22 de noviembre de 2025
Durante una conferencia en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNA, el estudiante de Contabilidad Lucas Pavón encaró al senador Silvio “Beto” Ovelar, cuestionándole los casos de nepotismo en el Congreso y recordándole que su hijo fue uno de los protagonistas del escándalo de los “nepobabies”.



Lejos de disminuir, los últimos datos revelan el aumento de la cifra de legisladores con parientes que están empleados en el Congreso, las binacionales y otros organismos del Estado. Todos ellos ya “están mejor” tal como le prometió a su sector político el presidente Santiago Peña, haciendo creer que era para todos los paraguayos. Los cartistas y aliados incluso perdonan casos de planillerismo y la Fiscalía tampoco castiga.
Seguramente hubo momentos de mayor miserabilidad en el Congreso, claro que sí. Pero esta semana, fue una eternidad de ruindad y vileza el descargo de la senadora Lourdes Noelia Cabrera Peters para justificar por qué sus “maravillosos” sobrinos no acuden al Congreso a trabajar como cualquier otro funcionario público.

La senadora Noelia Cabrera puso a disposición de la Presidencia de la Cámara Alta su cargo como presidenta de la Comisión Nacional de Defensa de los Recursos Naturales (Conaderna) tras el caso de sus “neposobrinos”.
A estas alturas, ya hay evidencias suficientes de que para el oficialismo, los cargos públicos son simples monedas de cambio. Es decir, estaría dispuesto a sancionar una presunta irregularidad solo si se hace lo mismo con la que, a su criterio, habría sido cometida en el otro bando. Eso es lo que surge, por ejemplo, de las intervenciones a las municipalidades de Asunción y de Ciudad del Este, así como de la suerte de chantaje en curso para salvar la investidura de la senadora Noelia Cabrera (PLRA, cartista), mediante la anunciada instrucción de un sumario a un lejano pariente político de la senadora Celeste Amarilla (PLRA), que está “a cargo” de su colega Ever Villalba (PLRA). La cuestión va más allá del caso de la senadora Cabrera y del funcionario sumariado, así como de las intervenciones en las dos municipalidades citadas. De lo que se trata, en términos generales, es de la aplicación perversa del viejo principio romano “doy para que des”, que alude a la reciprocidad de un acuerdo.