El Ministerio Público y la Policía Nacional allanaron la penitenciaría de Tacumbú tras la liberación prematura del argentino Luis Héctor Morínigo, condenado en 2010 a un total de treinta años de cárcel, por haber violado a varias mujeres y cometido un robo agravado; ya había compurgado dos penas, quedando pendiente una tercera, que no fue incluida en su ficha. El patético caso, que implica al menos una grave negligencia culposa compartida, es una muestra más de que, si no se tomaran medidas radicales, la mayor prisión del país –calificada como una de las más duras del mundo en una serie de Netflix– tendría que ser clausurada de una vez por todas. Hoy no sirve para proteger a la sociedad ni para readaptar a los internos, la mayoría de ellos sin condena.