Los portavoces del nuevo odio a la democracia –nos dice Rancière– «habitan todos en países que declaran ser democracias en sentido estricto. Ninguno de ellos reclama una democracia más real. Nos dicen, por el contrario, que esta ya lo es en demasía. Pero ninguno se compadece de las instituciones que pretenden encarnar el poder del pueblo ni propone medida alguna para restringir este poder».
Sobre la paradoja de esos debates que son en realidad antidebates o meros simulacros de debates que finalmente impiden debatir.
Las rebeliones del 89 exigen reflexionar sobre el sentido del partido único de vanguardias esclarecidas, sobre cómo desenvolver una política democrática y racional de planificación económica, sobre la conveniencia de seguir sosteniendo liderazgos dogmáticos y vitalicios en las organizaciones populares. La aceleración de los tiempos planteados por la pandemia y la radicalización de la crisis cubana nos sitúan en un escenario aún más oportuno para enfrentarnos con el espejo brutal de nuestra historia.
«Irónicamente, tanto miembros de las élites en el poder en regímenes autoritarios como aliados y simpatizantes suyos se autoproclaman “revolucionarios” y “comunistas”», escribe la poeta anarquista Montserrat Álvarez.
«El régimen cubano no solo persigue a los “gusanos”, como aseguran los estalinistas, sino a todo disidente», denuncia el sociólogo e historiador marxista Ronald León Núñez en este necesario artículo.
Hace 150 años nació la primera experiencia de gobierno obrero de la historia, aquel intento de tomar el cielo por asalto que fueron los 72 días de la Comuna de París. Sobre ella escribe el historiador Ronald León Núñez en exclusiva para los lectores del Suplemento Cultural.