14 de mayo de 2025
En la Antigua Grecia del siglo IV a.C. vivió Apeles, uno de los más admirados e ilustres pintores por su destreza en la perfección en el arte de la pintura. Dicen que era extremadamente rígido y crítico con sus obras que solía exhibirlas en la plaza pública y así los transeúntes que las admiraban opinaban sobre las mismas. En cierta ocasión un zapatero le reprochó una de las sandalias que portaba el protagonista del cuadro. Apeles escuchó atentamente y corrigió su error para, al día siguiente, volver a mostrar su obra. El zapatero, envalentonado y presuntuoso, quizás por el éxito que había conseguido al influir con su crítica en la corrección del cuadro, volvió a juzgar sobre el mismo, esta vez, dando su punto de vista sobre la pierna del personaje de la obra. Ante ello, Apeles hizo callar al zapatero diciéndole: «El zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias».