18 de julio de 2025
El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) anunció hoy que el próximo miércoles 16 entrará en vigencia la nueva ley de la función pública y del servicio civil. No tiene efecto retroactivo y cada autoridad de aplicación reglamentará la normativa en su respectivo ámbito de competencia.
Uno de los grandes males de nuestra administración pública es el prebendarismo, estrechamente ligado al clientelismo. Más allá de la corrupción voraz, los cargos superfluos generan gastos innecesarios a costa de los que serían útiles para el bien común, siempre que sean ejercidos por personas idóneas y no por las que solo pueden ostentar su condición de amigas, parientes o correligionarias de la autoridad que las nombró o contrató, al margen de la Ley de la Función Pública. Tal como están las cosas, los alrededor de 340.000 funcionarios y 50.000 contratados insertos en 412 entidades son una carga muy pesada para el país. Los legisladores deberían ser los más interesados en que el dinero de los contribuyentes, a quienes representan, sea bien empleado.
El pleno de la Corte Suprema de Justicia se vio obligado a postergar el nombramiento de 1.110 contratados como funcionarios permanentes del Poder Judicial, ante la oposición de los ministros Manuel Ramírez Candia, César Garay, Eugenio Jiménez y Gustavo Santander. Llamativamente, la propuesta surge a pocos días de las elecciones generales.
El viceministro de Administración Financiera del Ministerio de Hacienda, Marco Elizeche, se ocupó del eterno problema de unos 50.000 “contratados” en la función pública, es decir, el de quienes en su enorme mayoría ingresaron ilegalmente y aún no han obtenido el ansiado nombramiento como funcionario, por la simple razón de que tal vez la influencia de sus respectivos “padrinos” es insuficiente por el momento. Pero, quienes ingresaron en tal carácter no lo fueron para que sean incluidos y se atornillen en las planillas del Presupuesto, sino para atender una necesidad urgente, de manera temporal, tras lo cual deben ser “descontratados” sin compromiso alguno de parte del Estado. Las disposiciones vigentes en la materia son letra muerta.
Ferrocarriles del Paraguay SA (Fepasa) es una empresa estatal surrealista: no tiene trenes, pero sí un presidente y 42 asalariados, 26 de los cuales fueron contratados durante el estado de emergencia sanitaria. ¿Qué hacen durante la jornada “laboral” para ganarse el pan, como el común de la gente? Lo más probable es que estén papando moscas, en vez de cumplir con la misión que se atribuyen de “desarrollar el transporte ferroviario en Paraguay, facilitando la movilidad de pasajeros y carga, con eficiencia, seguridad y sustentabilidad, valorizando su historia”. Se trata de una misión de cumplimiento imposible, por la simple razón de que el elefante blanco no cuenta con un solo tren de pasajeros.