16 de noviembre de 2024
«El éxtasis no repite sus símbolos», dice Borges en un cuento de El Aleph, «La escritura del Dios», y lleva razón: los que los repetimos somos nosotros. «Hace frío en el scriptorium; me duele el pulgar. Dejo este texto, no sé para quién, este texto que ya no sé de qué habla: stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemos», escribe, antes de firmarla, el personaje de Adso de Melk en la última página de El nombre de la rosa, título que ahí cobra interés para el lector en veloz retrospectiva (porque, terminado el libro, ya solo nos queda «el nombre de la rosa»).