La escena es conocida: revisar compulsivamente el celular, repasar conversaciones, imaginar encuentros, interpretar señales ínfimas como pruebas de interés. Para millones de personas, ese torbellino no es solo “enamoramiento”: es limerencia, un estado psicológico en el que la atracción se vuelve obsesión y la incertidumbre se convierte en combustible emocional.
Aunque el término lleva décadas circulando en la psicología, en los últimos años resurgió en redes y consultas clínicas, empujado por la cultura de la inmediatez y la hiperconexión.
Qué es la limerencia
La psicóloga estadounidense Dorothy Tennov acuñó “limerence” a fines de los años 70 para describir un patrón intenso de atracción caracterizado por pensamientos intrusivos sobre otra persona, necesidad de reciprocidad, idealización extrema y cambios bruscos de ánimo según señales reales o imaginadas. A esa persona se la suele nombrar como “LO” (por Limerent Object).
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No está clasificada como trastorno en manuales diagnósticos, pero funciona como un constructo útil para entender por qué algunas experiencias de “enamoramiento” resultan abrumadoras, disruptivas y, en ocasiones, dañinas para quien las padece.
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Cómo se manifiesta
- Intrusiones cognitivas: pensamientos repetitivos y persistentes sobre el “otro”, difíciles de interrumpir.
- Búsqueda de señales: lectura obsesiva de gestos, respuestas y silencios para confirmar o descartar interés.
- Idealización: atribución de cualidades excepcionales y minimización de rasgos negativos.
- Dependencia del refuerzo: euforia ante pequeñas muestras de atención y angustia ante la distancia.
- Conductas de comprobación: revisar perfiles, volver a escribir, rearmar escenas una y otra vez.
- Interferencia funcional: dificultades para concentrarse, dormir o sostener rutinas.
La limerencia puede activarse tanto en romances nacientes como en vínculos no correspondidos, relaciones laborales o incluso con personas apenas conocidas. Suele intensificarse con la incertidumbre: cuanto más ambigua es la respuesta del otro, más se enciende el ciclo.
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Lo que pasa en el cerebro
La investigación sobre enamoramiento y apego sugiere la participación de circuitos dopaminérgicos de recompensa, sistemas de estrés (noradrenalina, cortisol) y regiones involucradas en la saliencia y la toma de decisiones.
La novedad, la anticipación y el refuerzo intermitente —recibir atención de modo impredecible— potencian el aprendizaje asociativo, consolidando el foco en la “LO”.
Al mismo tiempo, la desactivación relativa de áreas vinculadas al juicio crítico facilita la idealización. No es “falta de voluntad”: hay un sustrato neuropsicológico que sesga la atención y la memoria.
No es lo mismo que amor
- Enamoramiento saludable: entusiasmo, deseo y curiosidad, con preservación de límites, reciprocidad progresiva y una visión realista del otro.
- Limerencia: fusión de deseo y temor, hipervigilancia ante señales, ensimismamiento y dependencia del refuerzo, incluso con información que indica no reciprocidad.
Tampoco es sinónimo de trastorno obsesivo-compulsivo o de apego ansioso, aunque puede solaparse o verse potenciada por esos estilos. La limerencia es un estado, no una identidad.
La era de las redes amplifica el fenómeno
Las plataformas digitales funcionan como “máquinas de refuerzo intermitente”: vistos, ticks, historias, “me gusta” y mensajes que llegan a destiempo alimentan la interpretación continua.
La disponibilidad de información —y la ilusión de acceso— facilita conductas de comprobación: ver quién sigue a quién, leer entre líneas, monitorear conexiones. El algoritmo, además, mantiene a la “LO” en pantalla.
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Señales de alerta y cuándo pedir ayuda
Conviene consultar a un profesional de la salud mental si:
- La intrusión de pensamientos afecta el rendimiento laboral o académico.
- Aparecen conductas que vulneran límites propios o ajenos (insistencia, acoso digital).
- Se usan sustancias o conductas de riesgo para manejar la ansiedad.
- Hay deterioro del sueño, ánimo depresivo o ideación autolesiva.
Pedir ayuda no es “dramatizar”: es intervenir antes de que el ciclo erosione la calidad de vida.
Qué ayuda a desactivar el ciclo
No existe “cura rápida”, pero sí estrategias basadas en evidencia para reducir la intensidad y recuperar agencia:
- Psicoeducación: entender el fenómeno disminuye la culpa y mejora el control. Nombrar la limerencia ayuda a separar hechos de interpretaciones.
- Reestructuración cognitiva: identificar distorsiones (lectura de mente, confirmación selectiva, pensamiento dicotómico) y reemplazarlas por evaluaciones más equilibradas.
- Manejo de estímulos: limitar exposiciones que alimentan el loop (silenciar notificaciones, pausar perfiles, acotar el contacto). El refuerzo intermitente mantiene el hábito; reducirlo lo debilita.
- Regulación emocional: técnicas de respiración, mindfulness y tolerancia al malestar para atravesar picos de ansiedad sin conductas de comprobación.
- Planificación conductual: calendarizar actividades valiosas (amistades, ejercicio, proyectos) para redistribuir atención y recuperar fuentes de recompensa.
- Trabajo sobre apego y límites: explorar patrones relacionales y aprender a negociar necesidades y fronteras.
- Si hay contacto: establecer reglas claras de frecuencia y canales; evitar “mensajes de prueba” que solo reencienden la rueda.
En algunos casos, un abordaje terapéutico como la terapia cognitivo-conductual, el EMDR (si hay experiencias previas que sensibilizan) o intervenciones centradas en valores resultan útiles.
La medicación puede considerarse si coexisten ansiedad o depresión clínicamente significativas, siempre con prescripción profesional.
Si sos la persona “idealizada”
Recibir atención insistente puede resultar incómodo o amenazante. Algunas pautas:
- Comunicar con claridad y respeto la falta de interés o los límites de la relación.
- Evitar mensajes ambiguos que refuercen expectativas.
- Proteger tu privacidad digital y registrar interacciones si hay escalada.
- Buscar apoyo institucional o legal si se sobrepasan límites o hay acoso.
Poner límites es legítimo y necesario; no te corresponde “curar” la situación.
Mitos y realidades
- “Si es tan intenso, debe ser amor verdadero.” La intensidad no garantiza compatibilidad ni salud vincular.
- “Todo enamoramiento es obsesivo al principio.” La ilusión inicial es común, pero no debería anular el funcionamiento cotidiano ni vulnerar límites.
- “Solo les pasa a adolescentes.” Puede afectar a cualquier edad y contexto.
- “Se resuelve con fuerza de voluntad.” Comprender y cambiar patrones requiere estrategias, tiempo y, a veces, acompañamiento profesional.
Mirar el deseo con otros ojos
La limerencia revela cuánto dependemos del espejo ajeno para validar el propio valor. Entenderla no es patologizar el enamoramiento, sino reconocer cuándo el anhelo se transforma en jaula.
Entre la emoción y el desborde hay un espacio donde caben la curiosidad, el cuidado y la libertad: ahí es donde las relaciones —y uno mismo— mejor crecen. Si la atracción se volvió obsesión, pedir ayuda y ajustar el curso no es un fracaso, sino una forma de elegir cómo amar.
