Conversaciones por mensajes ocultos, likes constantes o compartir información privada en redes pueden minar el lazo de confianza, afectando el bienestar emocional y sexual en la vida en pareja.
En el contexto digital actual, las redes sociales se han convertido en parte central de la vida cotidiana y, por consiguiente, de las relaciones de pareja. Si bien ofrecen herramientas para acercar, también han abierto nuevas vías para la desconfianza y los conflictos.
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Las alertas
Según estimaciones de la Asociación Americana de Psicología, más del 40% de las parejas reportan episodios de inseguridad derivados de conductas en entornos digitales.
El concepto de “red flags digitales” abarca aquellas actitudes o comportamientos online que, de forma reiterada o ambigua, despiertan señales de alerta en una relación afectiva.
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Entre los más comunes figuran el ocultamiento de conversaciones en aplicaciones de mensajería, los “me gusta” frecuentes a publicaciones de personas con quienes se ha tenido una historia afectiva y la publicación de detalles íntimos de la relación sin consenso.

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Expertos en psicología de pareja, como Silvia Congost, advierten que la frontera entre el uso personal de redes y la transparencia en pareja no está siempre clara. “No se trata de invadir la privacidad, sino de reconocer cuándo una conducta digital mina la confianza y la seguridad emocional”.
Entre las conductas que más inquietud generan figura el ghosting parcial —la desaparición momentánea sin explicación cuando la conversación gira sobre lo digital— y el “breadcrumbing”, esa tendencia a enviar señales ambiguas a terceras personas buscando atención o validación.
Según el Instituto Latinoamericano de Salud Sexual y Relacional, estas prácticas suelen tener efectos directos en la autoestima y la estabilidad emocional de quien las padece.
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Los efectos de estos comportamientos
El impacto de estos “red flags” no se limita a lo emocional; estudios recientes de la Universidad de Buenos Aires muestran que la sospecha o confirmación de infidelidades digitales conlleva una disminución significativa del deseo y la satisfacción sexual en la pareja.

El bienestar integral se ve afectado por ese clima de sospecha, minando la comunicación y el disfrute compartido.
Qué hacer
El abordaje de estas señales requiere diálogo, respeto mutuo y la actualización de acuerdos sobre el uso de redes. Especialistas recomiendan hablar abiertamente sobre límites, expectativas y zonas de malestar, buscando puntos en común antes de tomar decisiones drásticas.
La cultura digital evoluciona y, con ella, las reglas afectivas; detectar, conversar y negociar estos límites resulta esencial para preservar la salud emocional y sexual en la pareja.