Es más común de lo que parece: en muchas relaciones amorosas, uno de los dos termina asumiendo el rol de “terapeuta”. Ya sea por cariño, cercanía o el impulso genuino de ayudar, es fácil quedar atrapado en una dinámica donde uno escucha, aconseja y sostiene emocionalmente al otro… pero a costa de su propio bienestar.
Aunque apoyar a tu pareja en momentos difíciles es parte de una relación sana, convertirte en su principal sostén emocional puede ser agotador. Identificar esta dinámica es clave para evitar que el vínculo se desgaste.
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Señales de que estás haciendo de terapeuta
1. Las conversaciones giran siempre en torno a sus problemas. Si gran parte del tiempo lo pasás escuchando sus crisis, miedos o conflictos, y tus propias emociones quedan al margen, probablemente haya un desbalance.

2. Sentís agotamiento emocional. Estás cansado, irritable o te cuesta conectarte con otras áreas de tu vida. La sobrecarga emocional termina drenando tu energía y tu deseo de compartir tiempo juntos.

3. No hay límites claros. Te sentís responsable de su bienestar. Si asumís como propio lo que le pasa al otro, es momento de repensar el lugar que estás ocupando.
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Cómo salir de esa dinámica sin romper la relación
Fomentá una comunicación más equilibrada. Hablá con honestidad sobre cómo te sentís. Explicar que también necesitás apoyo emocional es clave para una relación recíproca.
Establecé límites sanos. No todo se puede resolver en pareja. Poné reglas claras: hay momentos para hablar de lo emocional, pero también para desconectar, disfrutar o simplemente estar sin analizarlo todo.
Promové la autonomía emocional. Sugerí buscar ayuda profesional. Un terapeuta real puede ofrecer herramientas que vos, por más buena voluntad que tengas, no podés brindar.
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Cuidate primero. El autocuidado no es egoísmo: es una forma de sostenerte. Dormir bien, tener tu espacio, mantener vínculos externos y tiempo propio también son prioridades.
El objetivo no es desentenderse del otro, sino construir un vínculo donde ambos puedan sostenerse sin perderse. Cuando hay reciprocidad emocional, límites claros y autonomía, la relación se fortalece.
Porque el amor no se trata de curar al otro, sino de caminar juntos, sin dejar de ser uno mismo.