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Pese a haber tenido tres meses de vacaciones, tras retornar del receso parlamentario el pasado 4 de marzo, la Cámara de Diputados no brilló precisamente por su labor legislativa. Conste que este año ya arrancaron con el autoaumento salarial de G. 5.000.000, pasando a cobrar al mes G. 37.900.000.
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De las 7 sesiones ordinarias (incluida la del pasado 10 de abril, que fue realizada en sustitución de la que debió realizarse el martes 15 pasado), solo en dos ocasiones (el 1 y el 8 de abril) lograron agotar los puntos del orden del día, pero, para colmo, en gran parte gracias a que postergaron la mayoría de los proyectos a ser tratados.
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De hecho, esa es la constante, ya que de los 107 proyectos que ellos mismos ponen en su orden del día, solo trataron 32. El resto no se trató por falta de quorum o se pidió su aplazamiento.
De hecho, el promedio de “trabajo” de los diputados en un día de sesión –en lo que va del año– hasta ahora ni siquiera alcanza el mínimo que le exige a un funcionario común (8 horas). Sus sesiones en promedio duran apenas 4:31 horas.

El día que más “laburaron” fue el 11 de marzo, que llegaron a sesionar por más de 7 horas y media.
En contrapartida, el colmo fue el pasado jueves 10 de abril, donde tras 1 hora de sesión, dejaron sin quorum e iniciaron su puentazo por semana santa –de vuelta, salvo contadas excepciones–, retornando a sus labores recién este lunes 21.
Y no es que hayan dejado en el aire temas pocos relevantes, al contrario, principalmente cartistas dejaron sin quorum la última sesión para no tratar la declaración de emergencia para el Chaco, que está afectado por inundaciones.
Poco espíritu cristiano y compasión por el padecer del prójimo demostró la mayoría, que se retiró antes de definir el tema, o directamente ni siquiera fue ese día a sesionar.
Lo peor es que ese no fue un hecho aislado ni, menos aún, fue la excepción a la regla. La primera sesión del año (4 de marzo) ya arrancaron mal, no habiendo tratado ningún punto de los 13 fijados en el orden del día, con la salvedad que ese día prefirieron priorizar la segunda reelección como presidente de la Cámara del cartista Raúl Latorre.
Esto se repitió el pasado 25 de marzo, donde apenas tocaron un punto del orden del día y, luego, la mayoría se mandó a mudar.
Nulo castigo
Si bien el reglamento establece sanciones para los raboneros con descuentos en sus dietas, o incluso la sustitución en el caso de 3 ausencias consecutivas o 5 alternadas, hasta ahora Latorre no ha aplicado ni una vez el castigo a sus colegas.
El mismo permite que reine la impunidad, pese a que el artículo 20 lo faculta a que “en los casos en que estas ausencias fuesen injustificadas y reiteradas, el Presidente llamará al orden al Diputado; si este persistiere en tales ausencias, le sancionará con el descuento de su dieta por las sesiones a que hubiere faltado”.
A esto hay que sumarle otras injusticias con relación al trabajador común, ya que los legisladores pueden dar por “justificada” su ausencia simplemente con una comunicación (ni siquiera justificativo o motivo) de manera verbal y con posterioridad a la ausencia.
También, en su mayoría, no asisten a la Cámara, en muchas ocasiones ni siquiera los dos días principales, que son los lunes (día de reunión de comisiones) y martes (día de sesión ordinaria).
De las reuniones de comisiones incluso están facultados a participar de manera virtual.
Desde este año “ya están mejor”
A partir de este año rige el aumento salarial que se autoasignaron los legisladores (diputados y senadores), luego de que durante el estudio del Presupuestos de Gastos de la Nación (PGN) la mayoría “llorara miseria”, diciendo que los G.
32.606.840 que cobraban no les alcanzaban. Sobre todo, se quejaron que no les alcanzaba el dinero para el combustible, ya que varios viajan periódicamente al departamento que representan y además que tenían que pagar sus gastos de salud, tras cortarse su seguro vip.