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- General, usted es prácticamente el último testigo protagonista de la Gesta Libertadora del 89, un Golpe militar que trajo la democracia pero que los stronistas y allegados quieren sepultar...
- Yo soy uno de los responsables de la Gesta Libertadora y asumo pero quiero aclarar que los que fuimos miembros de las Fuerzas Armadas, ni con el pensamiento podemos adueñarnos de la instauración de la democracia...
- Ya murieron casi todos los Carlos, los Víctor...
- El Almirante (Eduardo) González Petit y yo somos los sobrevivientes de los Carlos. El almirante no está bien de salud. Yo por suerte, a mis 84 años puedo hablar todavía y contar mis anécdotas. Considero que la población civil, la juventud debe conocer más de ese acontecimiento histórico...
- A algunos les resulta incómodo recordar el 2 y 3 de Febrero. Actos oficiales no existen...
- Los políticos tienen esa libertad de recordar o no. Desde hace 35 años el pueblo paraguayo puede circular en libertad y expresarse libremente. Si algunos pretenden minimizar aquella Gesta, yo como general ya retirado no puedo impedir porque cualquiera hoy es libre de opinar lo que quiera algo que no sucedía antes del 89, pero nadie puede borrar que en aquel momento terminamos con un gobierno autoritario que violaba los derechos humanos.
- ¿Qué le impulsó a (Andrés) Rodríguez golpear a (Alfredo) Stroessner? ¿Fue algo personal?
- No, no fue personal...
- Se dijo que se hizo poner yeso, que se disfrazó de enfermo para evitar cualquier encuentro con su consuegro, porque este le iba a descabezar...
- No, no... En ningún momento Stroessner pensó descabezar al general Rodríguez. Lo que se pensaba era en su entorno militar y ese entorno civil que era el Cuatrinomio de Oro -(Sabino Augusto) Montanaro, Mario Abdo, (Adán) Godoy Jimenez y (J. Eugenio) Jacquet.
- ¿Entonces, porqué se puso el yeso?
- Los médicos de cabecera fueron a la Caballería a decirle a Rodríguez que el general Stroessner ya tenía poco tiempo de vida, que estaba enfermo y que su cuerpo no daba para aguantar tres meses más y que había que tomar una determinación. Esa determinación se tomó...
- La venida del Papa ya le había golpeado fuerte...
- Le golpeó, claro que sí...
- Después desapareció 10 días en agosto-setiembre del 88 cuando se operó de la próstata. No quiso que nadie se entere. Ya manifestaba debilidad.
- Se vendió el producto de debilidad. El estaba internado por un problema de próstata, como cualquier otro paciente. Por razones de seguridad permaneció más de lo necesario en el IPS.
- El aparato de propaganda del Gobierno no pudo evitar que la gente comenzara a alarmarse y especular sobre su muerte...
- Su entorno cercano quiso impedir que el pueblo sepa. La gente se comenzó a preocupar con razón porque Stroessner desapareció de la noche a la mañana. Pero no desapareció. Estaba recuperándose.
- ¿El general Rodríguez fue Presidente por casualidad o ya tenía planeado mandar por varios años?
- Nunca dijo que quería ser Presidente. Era un hombre que administraba bien lo que quería y en silencio pero yo me daba cuenta que se sentía cómodo en el sillón presidencial...
- Usted fue uno de los cerebros de ese régimen de transición.
- Yo fui un comodín que el general usaba donde había necesidad. Fui el primero en acercar a la oposición al Palacio. Metí muchísimo la mano para que Argaña sea el Presidente del partido Colorado. Puedo decir con propiedad que salvé al partido Colorado de dos llanuras y acerqué a la oposición a un Gobierno colorado. Y eso no tiene precio. Todos pueden hablar de democracia, de libertad y, a lo mejor, aquella noche del 2 y 3 de Febrero estuvo durmiendo en su casa ese día o estuvo en una farra cuando nosotros arriesgabamos el pellejo. Hoy no nos reciben ni para invitarnos a tomar cocido. Cuando mueren los camaradas ni los recuerdan con un responso. Pero bueno, son cosas de la vida. Nosotros cumplimos...
- Ya forman parte de la historia y eso nadie les saca...
- Le cuento una anécdota. El 14 de febrero, un domingo, me llama el jefe de Policía Francisco Sánchez González. Estaba alarmado porque los del Acuerdo Nacional y Domingo Laíno anunciaron que venían al Palacio. Le dije que no se preocupara. Me insistió diciendo que no iba a permitir “que esos contreras” se acerquen al Palacio. Yo le respondí: “la seguridad del Palacio está a mi cargo”. Y vinieron Laíno y su comitiva. Yo ordené de inmediato que los militares y policías se vistan de civil para recibirlos. Ordené que la banda de músicos entone Patria Querida. Hice traer empanadas y sopa del Bolsi. Comieron hasta hartarse. Les hice recorrer el Palacio de Gobierno. Estaban impresionados. No les di tiempo que pronunciaran ni un mensaje. “Nunca me imaginé que en un Gobierno colorado podía ser tan bien recibido”, dijo Laíno.
- Si ustedes reprimían, iban a tirar por la borda el Golpe...
- Y bueno, estaban Laíno, Gallo Paloma (Euclides Acevedo), (Adalberto) Mongelós, una partida de gente. Yo no sabía qué decir pero le saludé: “Hola Papucho”, le dije a Laíno. Y vino y me abrazó. Por un momento pensé que mi carrera militar se acababa allí mismo. Me imaginaba que el general Rodríguez me iba a dar una patada y mandarme a mi casa.
- El Palacio era un lugar prohibido, 35 años...
- Y bueno, me llamó Rodríguez. “¡Romero, qué lo que está pasando en el Palacio! Dicen que usted le recibió a Laíno y la gente del Acuerdo Nacional”. Le dije que sí... Le gustó al final lo que hice. “Dígales que si quieren hablar conmigo, los voy a recibir para hablar ñande ajy’o isecopá peve (hasta que se nos seque la garganta). El problema era la intriga. Todos eran colorados fuertes pero de boquilla.
- ¿Y se reunió con ellos?
- El primero en ser recibido fue Gallo Paloma, Euclides Acevedo, el 17 de febrero. Era un pícaro. Le observó que tenía una bandera colorada al lado de la paraguaya en el despacho. “Correcto”, le dijo el general. Allí me dijo: “Romero, saque la bandera colorada y reemplace por otra bandera paraguaya, que sean dos banderas paraguayas en el despacho”.
- Qué osado Euclides...
- Y bueno, allí pidió Euclides la participación de todos los partidos políticos en las elecciones, la ampliación del plazo de inscripción y una depuración del padrón electoral, entre otras cosas.
- ¿Es cierto que Rodríguez quiso entregar de inmediato el poder a los opositores?
- No. No es cierto. Nunca...
- ¿Y (Luis María) Argaña?
- No tenía pueblo. Edgar L. Ynsfrán, qué pueblo tenía: los 34 colorados auténticos. Nada no tenía. Blas N.Riquelme, qué tenía. Nada. Díaz Benza, ¿qué pueblo tenía? Nada. Juan Cristaldo, nada. Los políticos querían aprovechar y adjudicarse la Gesta: “gracias a los tradicionalistas”: “gracias al Mopoco”. Ninguno se hubiera atrevido a enfrentar a Stroessner con toda esa adrenalina con olor a muerte.
- Sin Laíno, (Miguel Abdón) Saguier, (Luis Alfonso) Resck, los opositores que volvieron del exilio, Mopoco, Anrer, el Golpe iba a ser solo un cambio de cara, de un general a otro general. No iba a durar...
- Yo no quiero mandarme la parte. Yo hice un tiempo la academia diplomática y consular en tiempos de Stroessner. Sabía cómo relacionarme con los civiles, a diferencia de muchos militares que solo conocen el lenguaje militar. Hice el curso de Relaciones Públicas Dale Carnegie. Tenía Relaciones Internacionales, Ciencias Políticas. Estaba preparado. Yo me dí cuenta enseguida que el general Rodríguez no iba a poder gobernar con un partido Colorado partido dividido en tres movimientos: un tradicionalista, un militante y un Mopoco.
- Los Mopoco querían forzar tener la mayoría en el Congreso...
- Querían pero se les dio 33% de cargos públicos y designados. Ni asi les gustó esa distribución.
- Ellos se lamentaron después de no haber exigido la mayoría...
- ¿Porqué teníamos que darle la mayoría si era un movimiento de cúpula, sin pueblo? Tenían una cúpula altamente ilustrada y nada más. Y encima oré ndoro cha’ei hendy hesekuera. Ni ndoro jesha sei, ni ndoro jendusei la jera (ni los queríamos ver ni los soportabamos).
- ¿Por qué?
- Los principales enemigos del general Rodríguez eran los del Mopoco. Ellos se opusieron a su ascenso a general de Ejército. “Hablar de Rodríguez es hablar de Stroessner”, me dijo Waldino R. Lovera cuando yo trataba de convencerlo. Yo le contesté: “en vez de oponerte, vos tenés que agradecer a Dios y la Virgen que Rodríguez sea Presidente. Gracias al Golpe vos sos senador”. Recién el 11 de diciembre (de 1989) firmó la recomendación para el ascenso. Se desempeñaba como presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales. Mucho le hablé para ablandarle.
- En esos primeros días del Golpe sonaba el nombre de Argaña. ¿Qué pasó?
- Usted se está refiriendo al día 7 de febrero (de 1989), martes. Ese día llegan al Palacio (Juan R.) Cháves y Argaña. Eran las 7 menos cuarto. A las cinco de la mañana, Juan Esteche Fanego (dirigente colorado tradicionalista que después fue titular de la Junta Electoral) lanzó la candidatura por radio. Había hablado sin consentimiento de nadie. Argaña le dijo al general: “Vos sos la persona más indicada para ser el Presidente. Pongo a tu servicio mi tiempo, mi dinero, mi trabajo y todo mi equipo político”. La prensa le preguntó a Argaña y él dijo: “Yo no voy a ser candidato. Va a ser el general Rodríguez”. Así ocurrió. Yo fui responsable de haber hecho desaparecer el término Revolucion Libertadora porque en el 47 se cometieron demasiadas barbaridades en nombre de la Revolución. Introduje el nombre de Gesta Libertadora...
- Una gesta que fue producto de un Golpe militar...
- En los papeles Stroessner no fue derrocado. Renunció.
- Renunció con un arma sobre la cabeza...
- Usted puede decir lo que quiera pero renunció. Está su firma.
- Pero fue derrocado como hicieron con Raúl Cubas. ¿Qué hubiera pasado si entregaban el Gobierno a los opositores prohibidos por Stroessner?
- Ni en sueños. Ni se puso en consideración eso. No va a encontrar un documento que hable sobre eso.
- Ellos se desquitaron de él cuando impusieron en la Constituyente, en las Disposiciones Transitorias de la nueva Constitución, el artículo por el cual ya no podía ser reelegido, ni siquiera sus familiares..
- No sé si fue el 16 o 17 de junio de 1992. Vino (José Félix) Mariscalito Fernández (Estigarribia). “Triunfó la democracia, general”, me dijo. “Rodríguez nunca más va a hacer rekutú”. Le pedí una explicación. Me dijo: “se aprobó esta mañana el artículo 19...”
- Se enojó muchísimo el general. Le convocó a sus partidarios al Palacio...
- Yo fui el que movilizó a toda esa gente. Yo salvé ahí la democracia. Sabía perfectamente que en las Fuerzas Armadas había una línea dura y una línea democrática, la que encabezaba yo, y respondía directamente a los lineamientos del Departamento de Estado. Rodríguez tenía que irse a su casa para nunca más volver el 15 de agosto de 1993. Yo convoqué a los ministros, a los miembros de la Junta de Gobierno de la ANR, a los generales de la cúpula, diputados, senadores, constituyentes leales y la gente que llenó los jardines del Palacio. Cuando el general me intimó a decirle lo que estaba pasando, le dije que el pueblo vino espontáneamente a felicitarlo “por cumplir con su palabra empeñada”, y entonces salió a dar su mensaje reclamando porqué dudaron de su palabra..