Décadas atrás, los gobiernos de turno intentaron llevar adelante programas denominados “Desarrollo Alternativo”, que contemplaba la entrega de semillas, insumos y hasta herramientas a los labriegos para evitar el cultivo de la droga.
Pero en aquella época las autoridades tampoco dieron el seguimiento requerido al proyecto y terminaron abandonando a los productores a su suerte. En su gran mayoría las producciones terminaron pudriéndose en las chacras, debido a la falta de mercado o simplemente no tenían caminos para sacar la producción.
Lo cierto es que actualmente no hay ningún programa de cultivo alternativo y si la hay nadie lo pone en práctica lo que deja el arco libre a las organizaciones criminales para reclutar a los labriegos para la producción a gran escala de la “macoña”.
Incluso las organismos de seguridad como la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) manejan el dato de que en departamentos como San Pedro los productores actualmente ya se manejan en grupos parecidos a una cooperativa.
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El más buscado pero nunca encontrado
Mientras que en la región de Canindeyú el capo narco Felipe Santiago Acosta Riveros, de 43 años, alias Macho, supuestamente el más buscado del país, pero nunca encontrado logró monopolizar el acopio y posterior tráfico de la droga hacia el territorio brasileño.
Supuestamente, los organismos de seguridad con apoyo de las Fuerzas Armadas han reforzado su presencia en Canindeyú para capturar a Macho, sin embargo este cada día que pasa está más fuerte y los últimos operativos policiales en la zona revelan que comenzaron a producir marihuana mejoradas genéticamente con semillas que importaron de los Estados Unidos.
Igualmente, empezaron a montar pequeños laboratorios en los montes para la elaboración de los que se conoce como la marihuana WAX, que es la resina de la hierba, que se obtienen con secado en la sombra, congelamiento del capullo que luego se carga en cilindros de metal donde le aplican gas butano a alta presión.
Fuentes de la Senad confirmaron que estos productor modificados pueden llegar a costar entre US$ 2.500 a US$ 3.000 por kilo en el Brasil.
Pero el cultivo de la droga ya se ha convertido en algo tradicional en los departamento de Amambay, Concepción, Itapúa, Alto Paraná y Caazapá, donde los plantíos están a vista de todos, debido a que ya no existen los extensos montes que antes se usaban para camuflarlos.
Falta de logística para el combate
Actualmente, los organismos de seguridad deben buscar las regiones más densamente cultivadas para los operativos de destrucción, de esa forme pueden economizar la poca logística con que cuentan para estos trabajos que son más una demostración de fuerza, que un verdadero combate a la producción y el tráfico de la marihuana.