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Todos sabemos que un analfabeto es aquella persona que no sabe leer ni escribir. No obstante, ¿escuchaste alguna vez sobre los analfabetos funcionales? Este tipo de gente utiliza ciertas cualidades, como la lectura, los cálculos o la escritura, pero lo hace hasta un nivel demasiado básico.
Un analfabeto funcional, quizás, podrá leer lentamente una columna de opinión; sin embargo, al terminar, posiblemente se dará cuenta de que no entendió absolutamente nada. Así también, no es capaz de interpretar las señales de tránsito, seguir ciertas instrucciones o llenar algún formulario.
Pese a que estamos en la era de la tecnología, un analfabeto funcional tiene dificultades para usar un celular o una computadora. Asimismo, le cuesta tomar decisiones, elegir entre un producto u otro y su comunicación verbal es bastante confusa.
Esta situación es algo común en nuestro país, pues, hasta nuestros mismos profesores de colegio o facultad, muchas veces, son incapaces de explicar lo que leyeron en su power point. Y varios alumnos no pueden hacer un resumen propio de una novela estudiada.
En ocasiones, somos nosotros mismos quienes nos hacemos unos analfabetos funcionales, pues nos quejamos por no querer investigar y realizar algún trabajo práctico. Así también, decimos que nos aburre la lectura y preferimos ver una película o serie cómica para reír un poco. Y si en el cole nos piden el resumen de algún libro, “ese profesor luego es pesado”.
“Para erradicar el analfabetismo funcional es necesario extender el tiempo de permanencia en el sistema educativo, fortalecer las bibliotecas y personal docente en las escuelas y colegios y, los medios de comunicación, tenemos mucha responsabilidad, ya que promovemos un entretenimiento vacío, sin contenido y que no contribuye con la lectura”, expresa el periodista Carlos Martini.
Eliminar el analfabetismo funcional es algo posible. Dejemos de lado el kaigüetismo; levantémonos de nuestras cómodas hamacas de hilo, dejemos en la mesa nuestro tereré y agarremos un libro que, con el tiempo, podremos vencer este mal.
Por Valeria Candia (19 años)