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Hace unos días, un video viralizado mostraba cómo un juez intentaba librarse de los ataques de una mujer limpiavidrios. Los comentarios de las personas a través de las redes sociales no se hicieron esperar; algunos defendían a la limpiaparabrisas diciendo que no debía ser golpeada por el hombre, mientras otros afirmaban que, de encontrarse en esa situación, hubieran garroteado aún más a la haragana que quiere extorsionar a los automovilistas a través de un servicio que está prohibido por una ordenanza municipal.
Otro video que también se viralizó fue el de un hombre que se bajaba de su vehículo para agredir a algunas personas en la vía pública. Estos casos deben ser usados de ejemplo para darnos cuenta de la total falta de tolerancia que se percibe en el ambiente; la comunicación entre las personas es tensa y muchos prefieren atacar antes de hablar.
El viaje en colectivo es pesado porque el chofer maneja con apuro por completar una vuelta y tiene que lidiar con el caótico tráfico, en tanto los pasajeros están con la mente ocupada a causa de todas las obligaciones que poseen en el trabajo. Casi nadie es capaz de hacer la para, saludar al chofer con un “buen día” y brindar una sonrisa amable. El escenario es el de un conductor que insta de manera altanera que vayan todos “más atrás” mientras las personas bufan de fastidio.
Existen reglas para transitar, pero en muchos casos, es la “ley del mbarete” la que se observa en la calles. El peatón debe cruzar por la franja, pero el automovilista está muy apurado por llegar a su destino, así que no importa si omite la regla de frenar para que los transeúntes pasen a la otra esquina. Los motociclistas no deben circular por las veredas, pero es necesario salir del embrollo de la larga cola de vehículos, así que igual nomás salen de la calzada, si total las personas van a esquivarse del camino.
Otros sitios en los que se ve esta falta de tolerancia son las redes sociales; pocas personas abren un debate sano para intercambiar opiniones con los demás, ya sea sobre política, música o género. Lo que hace la mayoría es fanatizarse con sus creencias y ofender a todos los que piensan de manera diferente.
Es cierto que la libertad de expresión es un derecho de todos, pero más alla de defender nuestra autonomía, tendríamos que ser más tolerantes y comprensivos con los que nos rodean. Sí, existen muchas preocupaciones que agobian nuestra mente; no obstante, no olvidemos que no vivimos aislados, sino que estamos en contacto con los demás y las claves para garantizar una convivencia armoniosa son el respeto y la capacidad de escuchar a los demás.
Por Viviana Cáceres (20 años)