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El 14 de octubre de 1964, el pastor baptista Martin Luther King obtuvo el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento por su espíritu de lucha en contra del racismo en Estados Unidos. Si bien era una persona muy creyente, su personalidad trascendió los templos y ayudó a muchos que perdieron la esperanza en medio de una sociedad discriminadora.
Pocos activistas como este pastor estadounidense han sido emblema de lucha. El hindú Mahatma Gandhi, otro destacado pacifista, fue una de sus grandes inspiraciones. Los principales reclamos de Luther King consistían en el cese de las agresiones a las personas de color, el derecho al voto y el fin de la segregación racial.
De todas las manifestaciones, protestas y críticas al racismo vigente en la época, el 28 de agosto de 1962 tuvo lugar la recordada marcha de Washington, frente al monumento de Abraham Lincoln. Ante una multitud de 250.000 personas, Martin Luther King pronunció el famoso discurso “I have a dream”, considerado una de los mensajes más emotivos.
A continuación, algunas de las frases más resaltantes de su heroico recorrido:
1.- “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.
2.- “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo hoy todavía plantaría un árbol”.
3.- “La oscuridad no puede deshacer la oscuridad; únicamente la luz puede hacerlo. El odio nunca puede terminar el odio; únicamente el amor puede hacerlo”.
4.- “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”.
5.- “Una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales se acerca a la muerte espiritual”.
6.- “Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano. Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".
7.- “Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: '¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!'".
Por Víctor Martínez (19 años)