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Para los católicos, la Semana Santa es el momento de reflexión en que la familia se une para ir a la iglesia, preparar la chipa y meterla al tatakua sobre la hoja de banana para tener todo listo en la última cena. Mientras que, con mucho entusiasmo, los niños no ven la hora de que llegue el domingo para que el conejo de Pascua les visite con la cesta de golosinas.
Por más que los chocolates y los conejos sean una tradición común en Estados Unidos y en Europa, el marketing de los huevos de Pascua tiene un lugar en Latinoamérica, ya que al caminar por los pasillos de los supermercados, nos topamos con enormes góndolas de estos dulces con sorpresitas.
¿Qué tiene que ver un conejo o un huevo con la semana de reflexión? Desde hace mucho tiempo, la abstinencia, para los católicos, era un poco estricta; ellos restringían los lácteos, carne y huevos. Para economizar estos últimos, los pintaban para mantenerlos frescos. Al terminar la Cuaresma, se los regalaban a los más pequeños.
Hoy en día, la tradición se expandió y sigue, pero con algunos cambios, ¡claro! aparte de que los huevos de gallinas pasaron a ser de chocolate. Para darle un toque especial y colorido a esta costumbre, los padres inventaron al conejo de Pascua para brindar más alegría a sus hijos; algo así como Papá Noel en Navidad.
Si sos un amante del sabor del cacao, es mejor que empiezes a juntar tu plata para comprar un huevo de pascua, porque un G. 10.000 es poco para un chocolate familiar. El precio ronda desde los G. 50.000 hasta G. 150.000, dependiendo de la marca y el tamaño que elijas.
Otras teorías expresan que los huevos de Pascua representan la vida y la fertilidad, es por eso que el Domingo de Gloria los chocolates se hacen presentes en conmemoración de la Resurrección de Jesucristo. La manera norteamericana de celebrar esta fecha consiste en esconder las golosinas por toda la casa y, cuando sean encontradas, compartirlas entre todos.
En Semana Santa no solo comer chipa es nuestro deleite, sino también empalagarnos con los huevos de Pascuas. Luego de la misa del domingo, muchos van en busca de este dulce para obsequiarlo a su ser más querido.
Por Ezequiel Alegre (17 años)