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Señores, con la educación no se juega. Ningún colegio o escuela debería negar a un estudiante el derecho a la educación, ni siquiera por problemas económicos por los que está pasando su familia. Igualmente, los padres o encargados deben contribuir para que la educación que reciben los pequeños sea de la mejor calidad posible.
Padres de alumnos del colegio privado Nihon Gakko denunciaron que directivos de la institución no dejaron ingresar a clases ayer a estudiantes con cuotas pendientes de pago. Así como los padres piensan en una buena educación para sus hijos, deben ser responsables en sus obligaciones de pago; igualmente, los directores no tienen el derecho de discriminar a alumnos por moras en las cuotas.
El paraguayo, como le caracteriza, hace las cosas a última hora, como pagar las cuentas de agua, luz, cuotas de colegio, hasta inclusive termina algunos trabajos el día en que vence el plazo. A la hora que hay alguna falencia con el sistema o servicio que recibe, no espera ni un segundo para reclamar lo que le pertenece o debe percibir.
La Ley N° 5.738/16, promulgada por Horacio Cartes el año pasado, por la cual se garantiza el Derecho del Niño y del Adolescente que estudia en Instituciones Educativas de Gestión Privada, prohíbe, entre otras cosas, que las instituciones privadas nieguen el derecho a exámenes parciales o finales, o “establecer otra medida que pudiera afectar el derecho a la permanencia y acceso oportuno a la educación”.
Un colegio, ya sea público o privado, no debe clasificar o discriminar a sus alumnos; todos los estudiantes son iguales y tienen los mismos sueños. Sabemos que los colegios privados dependen completamente de los bolsillos de los padres de familia; sin embargo, eso no les da el derecho a que manipulen la educación y prohíban el acceso al diario aprendizaje.
La educación de calidad ayudará a que los niños y jóvenes, en un futuro, lleguen a identificar las falencias del país y logren el progreso en la sociedad. Los directores, maestros y padres deben estar unidos para que los jóvenes no sean privados de sus derechos y que se sientan identificados con la institución a la que asisten y el país en el que viven.
Por José Peralta (19 años)