La estación de tren de Ypacaraí, una fuente de nostalgias y bellos recuerdos

Este artículo tiene 7 años de antigüedad
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Esta es una historia de ficción: Recuerdo que en mi juventud danzaba hasta llegar a la estación de tren de mi ciudad Ypacaraí. Cada rincón estaba decorado de muchas flores que anunciaban la primavera. Hoy, con mis 55 años, revivo aquellos momentos.

Mi memoria se remonta 30 años atrás, en aquellos tiempos de mi juventud que estaba a flor de piel. Recuerdo que vivía a unas cuadras de la estación de tren y disfrutaba los paseos de domingo al Jardín Botánico. En aquel entonces, no había muchos colectivos de larga distancia y nos trasladábamos en las locomotoras.

Solo quien viajaba en tren podía sentir ese aroma de campo al abrir las ventanas, disfrutar del paisaje verde y de las personas que viajaban en ese transporte. Cuando quería ir a divertirme a la capital, preparaba todas mis cosas e iba camino a la estación una hora antes de que partiera, pues me gustaba ver llegar a las personas y observar todo el trabajo previo antes de la partida.

No olvido cuando me hice amiga de muchos empleados, pues ellos ya sabían que los domingos sí o sí me iba a la capital a despejar mi mente. El señor de la boletería siempre me recibía con una sonrisa; recuerdo que cada boleto tenía un costo de 2.000 aproximadamente. Hasta hoy día conservo todos los boletos en una pequeña caja.

Así pasaron unos cuantos años y la emoción de comprar mi boleto y viajar a cualquier lugar seguía siendo la misma. Sin embargo, años más adelante, me enteré que los viajes a trenes se suspenderían, pues con la llegada de más autobuses y la construcción del puentes, muchas personas ya no iban a necesitar trasladarse en locomotoras.

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Todo se convirtió en una gran nostalgia; ya no escuchaba ese pitar del tren que anunciaba su llegada o la salida. Una tarde pasé por la estación, ningún alma habitaba en el lugar; las vías estaban tranquilas, pues esas grandes máquinas ya no vibraban. Poco a poco el lugar se iba deteriorando y el pasto verde cubría el carril de la locomotora. Las puertas fueron selladas con candados para que nadie pudiera entrar.

Ahora tengo 55 y hace unos días, justo cuando estaba tomando mi mate en el corredor de casa, escuché en la radio que la locomotora “El Inglés” volverá a Ypacaraí el día domingo y que puede ser que funcione nuevamente con breves trayectos para fomentar el turismo.

El clima está perfecto, un sol radiante embellece este pequeño pueblo; me siento emocionada por lo que estoy viendo en la estación de tren en este día domingo: niños entusiasmados corriendo, los padres tomando tereré y los jóvenes quitándose una selfie con la reliquia; mientras yo, a pesar de mis arrugas, admiro aquellos hierros oxidados que ya son parte de la historia.

Hoy es reliquia histórica para mis nietos y para todos los paraguayos. Con lágrimas en los ojos deseo que este momento fuese eterno, pues me encuentro aquí, recorriendo las vías y recordando cuando era joven lo que más me gustaba hacer era viajar en tren. Mientras mi mente se remonta al pasado, viene a mi pensamiento las letras de una canción: “guardo tan bellos recuerdos que no olvidaré”.

Por Mónica Rodríguez (19 años)