Ingresar a la UNA es un desafío solo para los más valientes y perseverantes

Ser parte de la Universidad Nacional de Asunción es un desafío para los más osados ya que requiere de valentía y perseverancia. Un cursillista aplicado invierte tiempo, horas de sueño y sacrifica salidas con amigos y familiares para quedarse a estudiar.

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Cientos de jóvenes se acercan a las puertas de la Universidad Nacional de Asunción con el objetivo de conseguir un título universitario; sin embargo, apenas llegan se encuentran con la primera barrera para cumplir el sueño de ser profesionales: el temible cursillo de ingreso.

Probablemente, luchar por unos pocos lugares sea una de las etapas más difíciles. Superar el puntaje mínimo y luego competir con los demás postulantes por un lugar dentro de la UNA implica mucha presión por parte de los estudiantes y los padres.

Entre el cursillo de la Nacional, que suele ser obligatorio dependiendo de la facultad, y el privado, al que muchos optan por acudir, apenas queda tiempo para comer y descansar apropiadamente. Además, una gran mayoría continúa practicando los ejercicios de matemática o física al llegar a sus respectivas casas, mientras que otros tratan de memorizar las fechas principales de historia.

Lo único que importa en ese momento es ingresar, no interesa si es en el primer puesto o en el último. La presión y el cansancio se hacen cada vez más presentes a medida que pasan los días; los conceptos y las fórmulas se empiezan a mezclar y los alumnos tienen miedo de no acumular el puntaje necesario; comienzan a calcular cuántos puntos por examen deben hacer como mínimo para ser parte de la Universidad Nacional.

Llega un momento en el que el cerebro “está frito”, simplemente deja de funcionar y de almacenar información. Esa es la manera que tiene el cuerpo de recordar a los estudiantes que se merecen al menos unas pocas horas de sueño, antes de volver a la maratón de estudios.

Una vez que se recuperan las energías para continuar, los jóvenes aplican diferentes métodos para aprender: realizan carteles con líneas de tiempo, resaltan todas las copias brindadas por el profesor con colores diferentes, dependiendo de la importancia de la idea, y resumiendo el libro las veces que sean necesarias con tal de que el conocimiento se fije en la mente.

Cuando por fin se acercan las pruebas finales y los cursillistas se encuentran agotados tras haber estudiado durante tanto tiempo, algunos deciden encomendarse con las frases “100% Jesús” o “que sea lo que Dios quiera” antes de entrar a la sala para rendir.

Al finalizar el examen que define quiénes de los cientos de postulantes pasarán a formar parte de la familia de la UNA, existe un ambiente de tensión que se disipa al momento de ver la lista oficial de ingresantes y se transforma en alivio y júbilo o llanto y desesperación. Tanto estudiar realmente valió la pena y los más constantes llegaron a su objetivo.

Por Fiona Aquino (18 años)

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