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Nuevamente, la ciudad de Caacupé fue sede de la festividad mariana más importante del país. Numerosos peregrinos, como cada año, acudieron en masa a las celebraciones religiosas en honor a la santa patrona del Paraguay. También, se registró un gran movimiento en las inmediaciones del santuario, principalmente en los centros gastronómicos.
El largo fin de semana favoreció la significativa asistencia de los feligreses durante el novenario y el 8 de diciembre. Aquel día, no solo la homilía del Mons. Ricardo Valenzuela estuvo en el ojo de la tormenta, sino la excesiva cantidad de basura dejada por las personas. Al parecer, los mismos que tanto aplaudieron las palabras del obispo fueron los inconscientes que dejaron sucia la ciudad.
El intendente de Caacupé, Diego Riveros, dio la alarmante cifra de 200 toneladas de basura y, de acuerdo a sus declaraciones, ya había concientizado a la población para mantener la limpieza y el orden durante las festividades. Parece que los promeseros no solamente trajeron sus peticiones a la Virgencita Azul, sino que también dejaron la ciudad en deplorable estado debido a la gran cantidad de desechos, por lo que el panorama de nuestra capital espiritual era lamentable.
Numerosas cuadrillas de limpieza de los municipios de Asunción, Caacupé y Atyrá se pusieron manos a la obra para sanear la bella capital de Cordillera. Preocupados por esta triste situación, numerosos grupos juveniles se sumaron a las tareas para mejorar el aspecto de la ciudad.
No es de extrañar que nos cueste ser pulcros, pero lo que sí sorprende es el hecho de que, por tratarse de una festividad religiosa, se debería tener más respeto por el entorno de la casa de Dios. En un pasaje del evangelio, Jesús se muestra furioso por la falta de respeto de sus contemporáneos hacia el templo. ¿Acaso Él no haría lo mismo al ver el estado en que dejaron las calles de la ciudad en donde veneran a su madre?
En pleno desarrollo del octavario, siguen acudiendo más feligreses a la basílica de la Virgen de Caacupé. Así que veremos si, con el transcurrir de los días, aprendimos la lección de ser más pulcros y cuidadosos con nuestro entorno.
De los errores se aprende, por lo que debemos mejorar nuestros hábitos de limpieza para evitar el feo paisaje de basuras en nuestros espacios públicos. De esta manera, la palabra suciedad ya no figurará en nuestra agenda.
Por Víctor Martínez (18 años)