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Hugo conoció el mundo del grafiti a los 12 años. “Cuando viajé a Argentina, vi que en los barrios pobres había letras y dibujos que me atraparon, pues noté que le daban vida a ese lugar que estaba descuidado”. El artista comenta que trazó sus primeras obras con carbón, pues era el único material que poseía.
El nombre artístico de Hugo es UR, que significa último recurso. Comenta que escogió este sobrenombre porque él y su familia lograron sobrevivir con lo poco que tenían. “Mi seudónimo refleja la vida pasada que tuve y la realidad actual de todos los artistas callejeros, pues hay gente que no quiere pagar lo que vale tu trabajo y tenés que bajar el precio para que puedas ganar algún dinero”, añade.
UR cuenta que vivió una infancia y adolescencia muy difíciles; tenía autoestima baja y sufrió bullying, pero luego de haber conocido el grafiti, su manera de pensar cambió rotundamente, pues se dio cuenta de que poseía talento y, de esta manera, ganó confianza en sí mismo.
El joven comenta que mucha gente compara el grafiti con el vandalismo. “Falta abrir la mentalidad de las personas, deben darse cuenta de que el arte callejero no simboliza lo malo, sino que es un medio de expresión que nos produce felicidad”, opina. Además, manifiesta que el grafiti representa la vida: “Es lo mejor que podés hacer, porque aparte de dejar tu sello, das energía y vigor a una casa que está fea”, agrega.
Hugo expresa que, al comienzo, no le gustaba el dibujo, pero luego se enamoró de sus técnicas. “Juzgaba sin saber, decía que esa disciplina era un desastre y que no encajaba con el grafiti, pero después dimensioné que ambos van de la mano”, explica. Este año, el joven tuvo la oportunidad de ayudar a pintar dos murales en el Festival Latidoamericano: El hombre moderno y La mujer indígena.
El joven cuenta que es una tradición el hecho de que los chicos se inicien pintando sus nombres con letras finas y que, con el correr del tiempo, adquieran nuevas técnicas. Por otra parte, manifiesta que en la pintada hay códigos; uno de ellos es que no existe rivalidad entre grafiteros, pues todos son hermanos: “Si sos un verdadero artista, no menospreciás el trabajo de la persona que se está iniciando. El aerosol y la pintura nos unen, entonces no importan la raza, la cultura ni el sexo”, agrega.
Para este año, Hugo tiene como objetivo pintar, junto con 30 artistas, el Colegio Nacional de Comercio N° 1. “Con este proyecto, queremos enseñar a la gente sobre la cultura del grafiti, que los chicos vean que pueden dar vida y color a su barrio de manera sana y divertida”, añade.
Asimismo, incentiva a los jóvenes a que realicen las cosas que desean y que no se rindan: “La vida que tenemos es complicada, pero tienen que ponerse las pilas e intentar lo que quieren, porque nada es imposible”, finaliza.
Por Dahiana Galeano (20 años)