Cuando somos niños no podemos esperar a crecer, a ser más grandes, para así poder salir con amigos y divertirnos. Una vez que llegamos a esa etapa, seguimos queriendo que pase el tiempo para tener ya una vida hecha, con casa, un trabajo estable y pareja. En todo momento, nos ponemos a pensar en lo felices que seríamos en el futuro, olvidándonos del presente.
El último año de colegio es muy especial en todos los sentidos, sobre todo, porque es el final de un camino que conduce a otro, uno desconocido que llena de incertidumbre a los jóvenes, quienes tienen nuevos tiempos que manejar, amistades que hacer y cosas que aprender.
Una de las ventajas de ir a la facultad es que, la mayoría de las veces, el joven elige una carrera que le gusta y esto hace que el aprendizaje se vuelva más sencillo. Pero no todo es color de rosas cuando hablamos de llevar una vida universitaria.
En el colegio nos acostumbrarnos a no darle mucha importancia a las tareas. Sabemos que el profe casi siempre te va a dar la oportunidad de presentar tus trabajos en otra fecha. Igualmente, en la media los alumnos eligen días para faltar y esto prácticamente no afecta a su puntaje final, al igual que muchos dicen que ni siquiera estudian para los exámenes y los aprueban sin problemas.
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En la facultad es otra cosa: el porcentaje de asistencia debe ser bastante alto y los trabajos deben ser presentados en la fecha establecida. Los exámenes también se diferencian de lo que veíamos en el cole: los temas cuentan con un contenido mucho más extenso que estudiar y hay que estar mucho tiempo leyendo para aprenderlos.
Lo que pensabas que iba a ser al fin tu vida independiente y llena de libertad se convierte en un agotador día a día, repleto de responsabilidades que se juntan y te saturan hasta preguntarte por qué la jornada no tiene 36 horas. Supuestamente, hay que dormir ocho horas al día, comer tranquilos y tener un tiempo de descanso para tener un buen rendimiento, pero muchos no tienen ese privilegio, ya que deben trabajar para pagar sus estudios, llegan a su casa a las 11 de la noche y despiertan al día siguiente a las cinco de la mañana; así todos los días.
Al final, todo esfuerzo tiene su recompensa. Luego de haber dado tanto, te vas a encontrar siendo un profesional haciendo lo que le gusta para vivir. Nadie dijo que iba a ser fácil, pero es mucho mejor disfrutar de algo que te costó conseguir.
Por Diego Benítez (19 años)