Cuándo alguien contradice tu forma de pensar, la tolerancia debe estar presente

¿Te imaginás discutir con tu jefe y que seas despedido por reclamarle un chiste negro que hizo sobre tu religión? La tolerancia constituye uno de los factores esenciales para lidiar con toda clase de posturas y fanatismo en los debates muy tensos.

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Una de las situaciones que frecuentemente ocurre es el debate con amigos sobre temas controversiales como el aborto, la religión, el feminismo, el machismo y otras aristas que generan muchos puntos de vista. Si pretendés hablar sobre algunas de estas realidades, atajate de la silla porque nunca faltan aquellos que defienden a morir sus ideologías y empiezan a atacar contra viento y marea.

La tolerancia es el punto clave donde debemos llegar en toda situación, pues sin ella seríamos como humanos habitando en una selva. Por más que digamos ser buena gente, la realidad se muestra con acciones y no con palabras; imaginate una ronda familiar junto al asado un domingo, vino la tía colorada y el tío liberal, ambos comienzan a hablar tranquilamente, pero por falta de tolerancia los dos discuten por sus partidos y echan a perder el encuentro familiar.

La doble moral de una persona se ve reflejada cuando exige un buen trato pero no da respeto. Si sabés que sos de los que toman todo a la defensiva y no pueden llevar correctamente en marcha un debate, la próxima vez que estés en uno, respirá profundamente y cuestionate que también existen otras maneras de pensar que deben ser respetadas y que la tuya es solo una más en el montón.

En los colegios y en las facultades es un tema de todos los días lidiar con toda clase de personas y, además, no solo en los debates se genera la intolerancia, ya que la gente tildada como “diferente", “desviada” o “rara" también pasa por maltratos. Hace algunos meses, un joven detenido por cometer un delito expresaba lo siguiente: “Ellos tienen que morir luego", referiéndose a las personas transexuales.

Ser tolerante no consiste en hacerse oídos sordos ante toda clase de posturas, sino escucharlas comprenderlas y, pacíficamente, defender tus ideales sin la necesidad de enfrentarse como en una batalla campal. Por más provida que seas y tengas a compañeros a favor del aborto en el salón de clases o seas católico y le tengas a un jefe ateo que hace chistes sobre tu religión, intentá mantenerte en todas partes dentro de un aire armonioso.

Por Ezequiel Alegre (17 años)

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